"SIETE ARTES"

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lunes, 4 de junio de 2018

EL MURO DEL ESCRITOR - "EL PUENTE" por RICHARD DRAGG





EL MURO DEL ESCRITOR
"EL PUENTE"

por RICHARD DRAGG 



E. Ricardo Cotóm: Seudónimo / Richard Dragg

Guatemala
EL PUENTE
Relato corto.



Es tan lamentable lo que le ocurrió a ese chico, lo recuerdo con tanta nitidez. Cierro los ojos y aun lo veo en mis recuerdos. En ocasiones me pregunto ¿por qué habrá sucedido eso? ¿Porque sucedió en verdad?, pero no podría asegurarlo ni tampoco negarlo. Recuerdo que fue a principios de la primavera y una muy calurosa por cierto. El sol brillaba tan radiante como no lo había hecho en un largo tiempo. Los días habían sido aglomerados por bastos cúmulos de nubes que cubrían la bóveda azul del cielo. Aquella mañana era el inicio de una temporada intensa de calor, duró, si no mal recuerdo alrededor de dos semanas sin una gota de lluvia. Aquella mañana el sol se ocultaba tras un espeso manto de nubes que más tarde rompería de forma natural, no había nada inusual en el clima lo que me lleva a creer que si en verdad sucedió debió ser algo que escapa a las leyes naturales.
Salí como todos los días, con la demora que me caracteriza. No lo digo con orgullo pero una mujer debe lucir siempre bella, eso y que adoraba dormir.  Me llevó más de lo planeado planchar mi cabello (antes rizado por cierto), vestirme y buscar mi cartera, la que por cierto encontré debajo de la cama. Mi empleo básicamente consistía en el área de comunicaciones en el cual contestar llamadas en una importante red de telefonía era algo difícil y estresante. En algunas ocasiones se tornaba aburrido y tedioso, pero en otras era hasta entretenido.
No podía quejarme en realidad. El sueldo era bastante generoso, de hecho no encontraría uno mayor en otro puesto similar, así que estaba atada a una silla y un auricular en la cabeza, las chicas y yo llamábamos a eso “LA SALA DE CONTROL ESPACIAL”. Vienen a mi memoria esos días en que trabajaba para sostenerme de esa forma. Claro, eso fue antes de que me uniera en matrimonio con Andy. Andy es un buen esposo, es cariñoso con las niñas (Samanta y Ángela) e incluso con el perro. En fin es todo un amor, lo que cualquier mujer desearía.
Por las mañanas se despierta mucho antes que cualquiera de nosotras y prepara el desayuno ¿acaso no es un encanto? Bien la situación es muy benefactora en estos momentos. Él es ingeniero en redes y sistemas, trabaja para una respetable compañía. Pero no quiero aburrirlos con mi tan fantástica vida. Más bien si estoy aquí contando esto es más por iniciativa propia y créanme que no lo estaría de no sentirme tan perturbada por los acontecimientos recientes.
Resulta que como decía al principio. Me desperté como todas las mañanas. Tenía una somnolencia de todos los mundos. El reloj despertador no era remedio suficiente para poder moverme del sitio en que me hallaba. ¿No sé si alguna vez les ha ocurrido cosa semejante?, bien, para mí era muy común. Honestamente creo que sería prudente decir que era normal en mi vida, como si mi reloj interior estuviera dañado o algo por el estilo. Incluso era un fastidio en ocasiones pero que puedo decir amo dormir.
Claro, eso fue mucho antes de que conociera a Andrés. Era una desordenada total eso lo reconozco. Bien creo que ya me estoy enredando con las palabras como diría mi madre.
Era una mañana muy cálida, de esas que rara vez uno se topa antes del verano. La noche anterior me había quedado a dormir en el sofá de la sala de estar mirando en la televisión un maratón de mi serie favorita. Mi madre o quizá mi padre me había arropado en horas de la madrugada. No sabría decir quién de los dos lo habría hecho y hasta hoy sigue siendo un misterio para mí. Pese a la nubosidad de los días anteriores aquella mañana el sol brillaría con escándalo como ya he dicho lo que sigue sin encajar en todo el asunto.
Desperté y me di cuenta de que ya era tarde. Me levanté de súbito y empecé a prepararme para salir al trabajo, me duche todo lo deprisa que pude y omití el desayuno (lo cual ya era una costumbre). Salí un cuarto de hora retrasada de mi hogar. Mi padre se ofreció a llevarme, pero eso me implicaba en esperar otros quince minutos y atenerme al tráfico (lo cual aún era mucho peor) dada la situación decidí no correr riesgos. Bajé los escalones de la segunda planta, creo que hasta me doble el tobillo. Eso no, no lo recuerdo muy bien, mi mente es un agujero negro en ocasiones.
Antes de salir escuché un extraño pero familiar ronroneo proveniente detrás del sofá y ¡claro, era Bump! Mi adorado gato. Lo tomé entre mis brazos, lo coloque en su cesta donde inmediatamente se enrosco, me observo de una manera extraña, como si me tuviera pavor, trate de apartar aquello de mi mente y salí con rapidez.
Recuerdo que al estar de pie fuera de la casa sosteniendo el pomo de la puerta en mi mano dirigí una mirada hacia la casa. No sabía por qué pero algo se apodero de mí en ese momento, no creo en esas cosas del destino y que esto y lo otro pero en esa ocasión me sentí perturbada por algo inicuo, algo que no encajaba al igual que me lo parecía el clima aquella mañana.
Creo en lo que veo. Y lo que presencie estoy segura de que no lo imaginé. Luego de observar mi hogar fugazmente, caminé con más prisa de lo habitual. Tenía muchas cosas en que pensar como la salida del fin de semana con los chicos y el cambio de horario que tendría que llevar luego de las vacaciones de verano.
Un automóvil azul pasó a mi lado, un grupo de chicos ladraron comentarios que quizás ellos consideraban piropos pero no eran más que vulgaridades y luego de unas estúpidas carcajadas se alejaron por la esquina perdiéndose tras los edificios solitarios de los alrededores. Más adelante justo por donde se encontraba la estación de servicio de autobuses un anciano de quizá unos sesenta años rondaba con paso lento mientras intentaba cruzar al otro extremo de la calle. Sus cansados ojos daban explicación de lo que significaba vivir. En esos ojos había algo que no me gustaba, aun hoy pienso en esos ojos vacíos y sigo sin comprender lo que me desagradaba de ellos. No es que el anciano pareciera un vulgar o un demente, no, claro que no, es más, poseía una sonrisa amistosa y su porte era un tanto elegante, a excepción de esos ojos.
Esos ojos que extrañamente desentonaban con el presente y que me acongojaban. Incluso pude entre ver algo yermo y distante en aquel aspecto envejecido que profesaba su lúgubre andar. Lo estudie con la rapidez que nunca me ha caracterizado pero sin llegar a pensarlo en su momento. El sol ya daba despuentes de luminosidad y el viento dejaba de ser tan frío como lo era en los días anteriores hasta que casi mermo del todo.
Un joven que cruzaba por la dirección contraria se acercó a él y le brindo su ayuda. Y pensé, “que bien que aun hubiera gente solidaria”. Me detuve a esperar el autobús como de costumbre. Esperé alrededor de cinco minutos y nada. Comencé a impacientarme, sentía las palmas de la mano sudadas y aquella molesta sensación en el pecho. Traté de contar varias veces hasta cien de uno en uno pero por alguna razón lo hacía de diez en diez como si mi mete hubiera sido producto de un amotinamiento aquella mañana, era claro que no me encontraba al cien. Me confundí varias veces y al final tenía que comenzar de nuevo hasta que me confundía de nuevo, por fin luego de no poder hacerlo me dedique a planear la salida del fin de semana en la que de ser posible iríamos a un parque de diversiones que promocionaba una nueva atracción en la feria de la ciudad.
Recuerdo que recurrentemente llegaba tarde y mis jefes, de ese entonces no se molestaban demasiado. ¡Claro! Como se iban a molestar si a final de mes se harían con una fracción de mi sueldo. Aquello era tremendamente ridículo pero hasta que no lograra pasar un mes sin retrasarme no podría jactarme de nada aunque me pareciera tonto. Incluso imaginé la expresión que tendrían al finalizar un mes sin que me descontaran por algún retraso matutino y sonreí sin darme cuenta de inmediato. Nunca he sido muy expresiva y en ocasiones cuando tomo conciencia de esas cosas me siento extraña.
El sol brillo más intenso que en otras mañanas como ya he dicho con anterioridad, sus rayos golpeaban mi vista tan desacostumbrada a ese espectáculo. Recuerdo que me cubrí el rostro por los rayos del sol con una mano. Sentí la incomodidad del abrigo que llevaba encima. Era bastante curioso, pues al salir tan desubicada de mi hogar, aun vestía mi atuendo de temporada fría, es un poco bochornoso lo sé pero si he de contar lo que sucedió he de hacerlo con toda la verdad.
Como decía, el abrigo me molestaba, tenía la sensación de que me cortaba la respiración, quizás solo era algo netamente mental, algo como un tic pero sin serlo de verdad. Por un momento sufrí un leve mareo, y claro se lo atribuí a la prisa con la que había partido y a la falta de ingerir un buen desayuno, como sabrán cuando una se levanta de golpe lo que menos recuerda es en alimentarse y la cosa se agrava cuando se sale corriendo como un energúmeno pues tiende a sufrir algún mal ya sea estomacal o de percepción.
Suele ser bastante curioso, en esos días buscaba cualquier pretexto para la famosa dieta, no era muy de la idea de subir de peso por lo que no me importaba si comía durante la mañana o no. Hoy en día eso me tiene sin cuidado. Como cuanto se me antoje y que creen, no subo de peso. Creo que es algo irónico, la mayoría de jovencitas quisieran los privilegios de mi metabolismo o lo que sea que cause la tendencia a no engordar.
Perdón de nuevo, pero no puedo evitarlo, creo que es un, ¿cómo se diría? Un auto reflejo o algo así. La cuestión es que decidí girarme y darle la espalda al sol. Respiré con normalidad y decidí deshacerme del abrigo. Especulaba en si aún tendría tiempo de volver a casa y arrojarlo sobre el sofá. Pensando en el abrigo cayendo lentamente sobre Bump, este a su vez saltando sorprendido por la prenda de vestir al caer sobre él  me encontraba cuando sin darme cuenta provocó de nuevo una sonrisa atolondrada en mí y reí tratando de disimular con ímpetu para no ser objeto de miradas curiosas. ¿Preguntaría mi padre que aun quería que me llevase al trabajo y…? eso si hubiese decidido optar por lo que mis pensamientos sugerían. Supongo que hubiese pasado cualquier otra cosa muy distinta  a la que quiero contarles en esta ocasión.
El puente quedaba en la dirección en la que observaba mientras fantaseaba con el susto que podría provocarle a Bump. Desde el extremo sur un chico de quizá… no sé… unos veinte años caminaba por el borde del puente. Al primer contacto visual me produjo una mala sensación, no un desagrado, no, nada de eso, simplemente algo no parecía estar bien. Similar a la sensación que había experimentado minutos antes frente a mi hogar y la opinión que tenía respecto al clima, me llenaba de algo extraño. El chico llevaba una camisa de vestir blanca y pantalones azules. Llevaba en hombros una chaqueta negra de cuero. También llevaba una gorra sobre la cabeza, la cual le ocultaba el cabello (si es que tenía cabello), bueno eso era lo más probable aunque quizás fuese otra conjetura la que tenía en ese tiempo ya saben el sol iluminaba mi rostro con esos rayos mortales que… perdón ya sé, prosigo con la historia.
Caminó unos metros con la mirada hacia abajo. Era alto y delgado. Sus facciones parecían llenas de vivacidad, en resumen tenia buen aspecto. Lo miré un rato con curiosidad. Nunca lo había visto por los alrededores. Pensé, que quizá era algún estudiante universitario y que alquilaba un apartamento en el ala sur de la ciudad o en algún otro lugar cercano al puente, era bastante común observar estudiantes que llegaban a la ciudad en busca de un apartamento en los alrededores del Centro Universitario.
De pronto al sentir que los rayos del sol me calentaban el cuero cabelludo y la incomodidad de mis vestimentas, decidí cambiar de lugar. Me moví hacia la izquierda, obtuve un mejor ángulo. Un par de aves surcaron el ya casi despejado cielo y se perdieron en el horizonte. El bullicio de la ciudad se tornó extremo y molesto. Recuerdo que de niñas en casa de tía Rita mi hermana Paulina y yo jugábamos al hospital. Paulina era la doctora (por ser la mayor, tenía el privilegio de escoger) y yo su asistente o en algunos casos la paciente, constantemente armábamos un bullicio total y a tía Rita parecía no importarle a excepción de algunas ocasiones en las que parecía estallar, en esos casos temíamos incluso que nos hiciera daño. Aquellos días vienen con más frecuencia a mi memoria con el paso del tiempo y envejezco viendo crecer a mis hijas, es cursi lo sé pero a veces me provoca una lagrima de nostalgia.
Tía Rita era una mujer taciturna y aburrida. Creo que fue por eso que su esposo la abandonó luego de cinco años de matrimonio o quizás sus alternados ataques de malhumor. En realidad no lo culpo. Yo en su lugar haría lo mismo. No tenían hijos, esa creo que era la principal razón por la cual decía, o fingía querernos. A mí en realidad siempre me pareció que lo único que le importaba deberás era el rodearse de otros seres humanos ya que por lo general vivía sola.
Los vecinos le apodaban “la mujer del ataúd” creo que era porque siempre estaba en casa y casi nunca salía a menos que fuese a la iglesia o al médico, incluso las compras del supermercado llegaban hasta su domicilio. En fin, el bullicio de la ciudad me trae tantos recuerdos de juventud, tantos momentos emotivos y remembranzas que solo puedo volver a vivir en sueños y aun así no son tan gratificantes como las sombras del pasado que aun guardo en la memoria.
Si, lo sé ya deben de comenzar a aburrirse. Prosigo. El chico caminaba con la vista hacia el oscuro pavimento, el viento parecía de lo más taciturno, así que no podría decir que fue eso lo que le arrojó al vacío bajo el puente, quizás si en aquella ocasión el viento hubiese soplado con vehemencia tendría cierta lógica, pero incluso así habría entrado en forma de duda en mi mente. Ya saben que cuando una no está del todo en sintonía con el ambiente y la vida se puede imaginar tantas cosas, pero aquello era tan nítido y concreto que perdí el dominio de mi misma en ese instante al verlo caer.
Como repito, aun me encontraba bajo la somnolencia matutina. Pero sé lo que vi. De la nada, un tipo vestido con una gabardina amarilla se materializo detrás de él y lo empujo por el borde del puente con una elocuencia similar a la de un niño que camina por la calle y da una patada a una lata vacía. El chico cayó lentamente ante mi vista y la de quienes se encontraban en las cercanías. Mientras caía pude ver sus facciones descompuestas, extrañas marcas de piel surcaban las cuencas de sus ojos como arrugas envejeciéndole el rostro. Vi como sus ojos reflejaban centellas de sorpresa, miedo y confusión en una fracción de segundo. Agitó las manos como si en lugar de caer de un puente se deslizara por un tobogán de agua. Por el otro extremo de la calle la aglomeración matutina circulaba con parsimonia, absortos por la cotidianidad de la vida. Escuché ese sonido tan escalofriante que produjo su cráneo al impactar contra el pavimento. Se quebró como un trozo de madera seca y ese sonido se quedó grabado en mi memoria.
Su cuerpo se arqueo y en un principio pareció que quedaría tendido sobre el pavimento en la posición de alguien que ha finalizado una voltereta. Pero en lugar de eso su cuerpo lleno aun de elasticidad, se flexionó y se dirigió al otro extremo, cayendo en la posición de alguien que tan solo duerme sobre su cama aprovechando un descansito. De su cráneo comenzó a brotar un reguero de sangre, esta era oscura y espesa. La gente pronto comenzó a reunirse en torno al cadáver. Al parecer nadie se había percatado de lo ocurrido arriba del puente. Todos se preguntaban si alguien había visto algo. Nadie respondió.
Me llevé ambas manos a la boca y ahogué un  grito. No sé si de terror o de sorpresa. Perdí el equilibrio creyendo que me desmayaría, tuve que recostarme un momento con un desvanecimiento intermitente. Miré en dirección al cadáver vomitando sobre el borde del alcantarillado que se encontraba cerca. Todo me daba vueltas como si me encontrara en uno de esos estúpidos juegos de feria en los que giras hasta que sientes el estómago en la garganta. De nuevo como al despertarme sentí un sentimiento inicuo revoloteando en el ambiente, como si se impregnara en cada lugar y el cuerpo del chico era la esencia misma de aquello.
–  ¿Esta bien señorita?  – me preguntó una anciana acompañada de un  pequeño niño que bien podría haber sido su nieto. Él niño parecía rondar por los cinco años aproximadamente, tenía una vaga expresión de estupidez y terror en los ojos infantiles, en una de sus manos sostenía una figura de acción con la pintura de los pies desgastada muy visiblemente lo que me hizo pensar que aquel artículo infantil era su favorito. Le respondí que sí, cosa que no era muy cierta. Dirigí la mirada a lo alto del puente y allí estaba el sujeto vestido con la gabardina amarilla. Se tocó el cabello, sonrió y luego para mi sorpresa saltó del puente.
En ese momento no pude resistir y solté un grito al parecer desgarrador. El tipo había saltado luego de haber empujado al chico. Recuerdo que se desvaneció en el medio de la nada, sin impactar en el pavimento. Simplemente desapareció. El resto de la gente que se hallaba alrededor me dirigió una mirada alarmante y de sorpresa. La angustia y la confusión reino por unos minutos en el entorno mientras que el sol brillaba expectante sobre el cielo azul de la ciudad. La multitud conversaba algo en un tácito cuchicheo que no pude entender así que simplemente desistí en hacerlo.
Pese a que la sensación de desmayarme se intensifico, logré sobreponerme. Luego de eso me perdí unos minutos en cavilaciones, lo que sucedió después no logro recordarlo, es más casi lo había olvidado por completo a no ser por un incidente ayer por la tarde. Y es aquí que he decidido contárselo a alguien para no almacenarlo más en mi memoria como una carga pesada, espero no malinterpreten mi actitud.
En realidad no sé si sea cierto o bien, mi mente lo comparara con lo sucedido esa mañana, lo que sí puedo asegurar es que me ha de provocar una serie de pesadillas como las que sobrevinieron luego de ese hecho. Aún recuerdo despertarme por las noches. Recuerdo que despertaba agitada y con el cuerpo bañado en sudor, las manos apretando con violencia las sábanas y en ocasiones llorando. Durante la madrugada tuve algunas pesadillas, no he logrado recordarlas con certeza, tan solo son sombras en mi memoria. Quizás he soñado con aquel sujeto vestido con la gabardina amarilla y su sonrisa macabra escurriéndosele por la boca ancha. Tal vez es solo un mal recuerdo que ha despertado luego de tantos años.
Durante toda la mañana he intentado recordar lo que sucedió luego, tan solo recuerdo al chico caer del puente con sorpresa e ignorancia. No sé qué haya pasado por su mente en esos momentos, es frustrante tener tales pensamientos. Ayer por la tarde, mientras me dirigía con mis niñas de casa de mi madre a mi hogar, esperábamos pacientes la llegada del autobús como solemos hacerlo siempre que vamos de visita y Andy no puede acompañarnos.
El viento era muy frío y tuve que abrigarlas a las dos para evitar un posible resfriado, en estos tiempos es mucho mejor prevenir que curar como se jactaba mi madre en decir siempre que podía predecir algún evento como el cambio de las estaciones o una fuerte tormenta. El sol comenzaba a ocultarse, sus rayos golpeaban en mi rostro como aquella vez. Le di la espalda quedando de frente al puente sintiendo de súbito aquel pavor de otros tiempos, respiré con dificultad y quedé en suspenso mientras todo se desarrollaba.
Una chica hermosa, de cabello rubio y de mirada radiante caminaba por la orilla del puente. Miró hacia abajo y en ese instante tuve la seguridad de que aquel hombre con su vestimenta amarilla emergería de la nada y la empujaría. Es más lo vi en mi mente, paso a paso y luego… luego nada de eso ocurrió. Mi cuerpo preso del pánico permaneció rígido mientras la chica caminaba sin imaginarse lo que experimentaba yo en ese momento.
La chica nos dedicó una linda sonrisa desde lo alto, agito su mano con ademán amistoso y siguió su camino. Por un instante todo aquello quedó en mi mente, estaba petrificada. Casi podría jurar que aquello no era real y que ella había caído del puente como aquel chico. Tardé largo rato hasta que por fuerza de voluntad me convencí. El autobús llegó minutos más tarde, lo abordamos y nos dirigimos a casa. Es probable que nada sea real. Es posible que todo haya sido un error. Pero dentro de mí no lo creo. Se lo que vi en esa época. En todo caso no puedo afirmarlo o negarlo por mucho que me esfuerce o me contradiga como de seguro lo he hecho ya. Aquello ha rondado en mi mente desde que sucedió pero me sobrepondré como siempre lo he hecho en la vida, soy fuerte y eso es algo que sé con total certeza.
Sé que tardaré en superar ese mal recuerdo, pero lo haré. Seguiré con mi vida y lo olvidaré. Ya lo hice una vez, lo hare de nuevo. Espero no haya sido demasiado aburrido como imagino. Supongo que dichos acontecimientos pueden ocurrirle a cualquier persona y por infortunio me tocó contemplar la tragedia de aquel chico.
Este es el fin de la historia, creo que ya escribí demasiado, estoy agotada, veo la luz débil de la habitación que no me dejará continuar debido a mi mala vista, así que me retiro. Debo descansar, mañana visitaremos a mis suegros, hemos de madrugar y tendremos que cruzar por un puente amplio suspendido por una gran extensión de asfalto. ¡Ja, ja! claro, lo haremos en automóvil. ¿Es lo mejor verdad?
 FIN
  





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