"SIETE ARTES"

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miércoles, 28 de febrero de 2018

EL MURO DEL ESCRITOR - "EL OJO" por RICHARD DRAGG (segunda entrega)






EL MURO DEL ESCRITOR
"EL OJO"

por RICHARD DRAGG 
(segunda entrega)




E. Ricardo Cotóm: Seudónimo / Richard Dragg

Guatemala
EL OJO
Relato corto / terror sobrenatural.

Paginas 23




Abrió el lado del conductor mientras se estremecía al sentir el frío de la noche. Sin ninguna razón giro la vista al callejón pensando que alguien le observaba. El pensamiento fue aterrador así que subió y se acomodó dentro. Comprobó que todo estuviera en orden, le coloco el cinturón de seguridad a su amiga luego el suyo, se detuvo ante la idea de que esta vomitara en el interior, le ato el cabello y bajo un poco la ventanilla para que el viento le refrescara, esperaba con eso evitarse la incómoda escena. Miro por el retrovisor al dar marcha atrás. Las luces de los faros golpeaban la pared del bar generando sombras extrañas que se acomodaban a la perfección. La sensación de ser observada era aún tan fuerte que le provocaba sobresaltos mientras retrocedía, su mente le jugaba la extraña certeza  que de pronto alguien saldría de la oscuridad cortándole el paso para luego obligarla a salir y… –  ¡basta!              – mascullo mientras el miedo desaparecía. Comprobó que Bárbara estuviera en posición adecuada, luego se marchó al apartamento tomando la avenida más próxima.

Con suma dificultad logro llevarla a su apartamento. Decidió en el mejor de los casos dejarla dormir en su cama y no llevarla a su edificio ya que no le agradaba ese lugar y se sentía mucho más tranquila en el suyo. Tendría que estar pendiente de ella pero siempre que estuviera cómoda en su habitación no le importaba. La noche siguió su curso normal y el sueño le acogió en el interior del velo inactivo que se adueña de la oscuridad. El diván sobre el que descansaba le permitió soñar aunque al despertar no recordaba absolutamente nada del sueño. Mientras dormía soñaba con la figura oscura en el iris de su ojo, gritaba sin obtener ayuda de nadie, estaba sola en un lugar oscuro y entonces ellos…

La luz de los reflectores comenzó a iluminarle desde un ángulo para luego pasar al opuesto. El camarógrafo le daba indicaciones que ella seguía a la perfección. Su mente vagaba ante la sensación que se gestaba en su pecho      – ¡asma! – eso había dicho el médico. – era increíble que padeciera eso. Y lo peor de todo era que llegaba en el mejor momento de su vida. – su sonrisa, su rostro perfecto como si estuviese hecho para la cámara. La sensación poco a poco quedaba atrás y el nuevo y resplandeciente sol albergaba un tinte de felicidad. Su agente le había notificado sobre la sesión fotográfica para la presentación de la nueva serie de televisión que se estrenaría en dos meses. Su papel el protagónico era el de una chica que se enfrentaba al lado de sus compañeros a ciertos asesinatos en la ciudad que no podían calificarse de naturales. Las críticas hacían alusión a su magnífica interpretación de aquel personaje lo cual se convirtió en una plataforma que permitió asegurarle un papel tan importante en un largometraje. La película tenía el título de “La sombra al atardecer”, era una película de terror a lo Lovecraft.
– Muy bien, eres perfecta para este trabajo. ¿No has pensado en modelar?, levanta la barbilla, eso es… gira un poco. Sonríe. Esplendido. ¡Bien hecho! 
 – Él fotógrafo y sus tres ayudantes se reunieron comentando lo sensacional que había estado la sesión de fotografía, Margaret un poco exhausta se dirigió al sofá color crema situado al lado de la enorme ventana del lugar; el piso era de madera contrastando con el color de las paredes. Levanto la vista fijándola en los rostros que reían en una especie de jerga verbal masculina. Curiosamente el trípode que sostenía uno de los reflectores se balanceo hasta que cayó estrepitosamente, el fotógrafo giro de prisa quedando extrañado al ver caído el reflector. No sufrió daño pero aun así el rostro que mostraba no era de alivio sino de incomprensión. Dentro no había corriente de viento que provocara aquello, la ventana se encontraba bien cerrada al igual que la puerta – quizás no lo coloque bien – dijo mostrando una sonrisa fingida – es lo más seguro – respondió uno de sus ayudantes. Pero Margaret veía con algo semejante al horror, había creído escuchar aquel murmullo en esa dirección. El teléfono móvil vibro un par de veces, lo saco de su bolso. Era Bárbara. Aún estaba en la ciudad ya que la salidita de la noche anterior la había dejado indispuesta para viajar.
           – Diga – respondió Margaret sonando incluso para sí misma de una manera automatizada.         
– ¿Quieres almorzar conmigo? – lo siento aún tengo que resolver unas cuantas cosas, pero te veré en la noche antes de que te marches – claro, me parece bien. ¿Estás bien?, suenas un poco extraña  – es solo que la sesión de fotos me ha dejado un poco exhausta eso es todo, pero cenaremos hoy – ¿Qué dijo el médico? – tengo asma y… – ¿y…? – nada, tan solo una irritación en el ojo derecho, probablemente conjuntivitis, es tratable – debes cuidarte de esas cosas – lo sé, te veré luego – de acuerdo hasta pronto – la imagen que indicaba que la llamada se desarrollaba se retiró de la pantalla dejando de nuevo el fondo con el edificio en New York al que anhelaba ir en cuanto tuviera la oportunidad o bien cuando su agente le diera luz verde para la filmación de la gar película. – hemos terminado, eres un encanto y espero volver a trabajar contigo en una nueva oportunidad. Tu rostro es perfecto, deberías dedicarte al modelaje. – gracias, pero amo lo que hago. – está bien, bueno puedes retirarte yo me encargare de avisarle al productor cuando el material ya esté listo, cuídate. – gracias. – cuando salió de la habitación sintió como el sol ya de un medio día intensificaba el asediado calor sobre la ciudad, el paisaje repleto de edificios y luces era perfecto se dijo. Las siluetas de las personas se movían de un lado al otro mientras ella solo fijaba la mirada al cielo, quizás todo saldrá bien pensó para sus adentro y se encamino al estacionamiento subterráneo donde su automóvil le esperaba. Almorzó sola en un restaurante del centro, pensaba que quizás hubiese sido mejor aceptar la compañía de Bárbara pero luego la rechazo al sentirse bien mientras degustaba una hamburguesa. Rompería la dieta por una vez y si se le antojaba otra pues la ordenaría. Ese era su día.
Más tarde al salir de la oficina donde su agente le comunico el inicio de la filmación que sería en tres semanas el viento le agito el cabello de forma violenta. Decidió dar una caminata antes de subir a su vehículo, los árboles se encontraban uno tras otro a las orillas de la acera, las luces de las lámparas brillaban con ese tono amarillento extraño y melancólico que tanto evitaba. Los escaparates ofrecían artículos en oferta tras las vidrieras en las tiendas de descuentos y la gente se detenía a observar los precios antes de siquiera formularse si podían obtenerlos. Subió los escalones dejando atrás la luz violeta del atardecer. Sostenía en su mano y el hombro su bolso fiel. Su rostro era demasiado bello para el lugar pero eso no le importaba. Cada paso que daba era remitido por un golpeteo de tacones envolviendo ecos lejanos.
Se encontraba dando un paseo, por alguna razón en el pecho sentía que algo le molestaba y eso no tenía nada que ver con el hecho de que le diagnosticaran asma, Bárbara su primer y única amiga desde que llegara a la ciudad había perdido su vuelo por culpa de la salida la noche en que sufrió el “ataque” en su apartamento y también era la noche en que había creído ver aquellas figuras danzando, así que la vería para cenar y se despedirían de una forma menos problemática. – Por suerte ninguno de los dos incidentes volvió a ocurrir, aunque Bárbara había tenido problemas, según el médico que la había atendido estuvo a punto de sufrir una sobredosis de cocaína  – Pero ahora mientras daba un paseo por la ciudad algo se gestaba en su pecho, temía que volviese a tener problemas para respirar por lo que se imaginó que si caminaba aquello no sucedería y entonces como si hubiese sido evocado el ardor en su ojo se disparó como una llamarada.
Se detuvo frente a una tienda en la que se veían dos letreros que indicaban el veinte por ciento de descuento en los artículos seleccionados. Pero la razón por la cual se detuvo era por el enorme espejo que reflejaba su cuerpo completo. Dedico un tiempo a observar sus ojos, los notaba un tanto enrojecidos. Se veían entristecidos y extraños como si fuesen los de algún cadáver. Bajo la vista en ese momento ya que creía haber visto algo. Miro más abajo justo donde su bolso se encontraba y lo que vio le sorprendió. Un enorme ojo del tamaño de un puño le observaba sin cornea ni carne alrededor, solo el ovalo blanco con el iris, era azul y parecía demasiado vivo. Se expandió un instante y luego le vio directamente. Se giró todo lo deprisa que pudo pero no había nada detrás suyo. Su respiración empezó a ser más difícil. Temiendo un ataque en plena calle decidió marcharse quizás el estrés le provocaba alucinaciones.   – ¿Por qué eran alucinaciones?
– Tras de sí solo unos cuantos automóviles circulaban, no había gente en los alrededores así que estaba sola ante el inicio de la noche, esto le aterro y le impulso a seguir. De pronto antes de dar el primer paso se dio cuenta de lo solitario que estaba aquel tramo peatonal, su sombra se expandía hacia atrás sin definir su perfecta silueta, los pequeños arbustos aun verdes se manifestaron mediante el soplo del viento y luego todo quedo en silencio pero no cualquier silencio sino uno muy macabro, extrajo su inhalador pero no resolvió el problema aún tenía la sensación de un “ataque”. Caminó directo al lugar que estaba delante de ella donde la gente se aglomeraba, era mejor estar rodeada de extraños que estar sola con esa imaginación. Su respiración comenzó a ser más difícil aun si eso era posible, le daba la impresión de que si no se calmaba se intensificaría de un momento a otro hasta matarla. Caminó evitando ver dentro de las tiendas a su alrededor. Entonces dio un respigo al escuchar el sonido de su teléfono celular.
– ¡hola! ¿Quién es? – contesto con la voz temblorosa. – Soy yo – respondió la femenina voz tras el intercomunicador celular. – dudo un segundo en responder a tan estúpida respuesta, se planteó colgar y seguir caminando para tomar un autobús y rodear la calle hasta llegar al estacionamiento y recoger su automóvil. Por ningún motivo deseaba regresar caminando por ese lugar.        – Soy yo, Bárbara – el alivio se introdujo por sus terminales nerviosas y le tranquilizaron un poco. El viento arremetió esta vez un poco más fuerte, le revolvió el cabello. Se lo acomodo colocándoselo tras las orejas. – Estoy aquí – dijo mientras Margaret le diviso sobre la pasarela. Ambas se encaminaron y se encontraron al pie de los escalones. Caminaron un largo rato hasta que Bárbara se quedó en silencio. – ¿puedes prestarme tu automóvil? – el mío era solo de alquiler y ya lo he devuelto. Quede con un chico en un bar y preferiría regresar sola al apartamento, es más pasare al tuyo y lo dejare en el estacionamiento. – ¿qué tipo de chico es? Espero no sea como el de la otra noche. – para nada, es un viejo amigo que quiere despedirse de mi antes de marcharme y después de lo que sucedió la otra noche no puedo darme el lujo de perder de nuevo el vuelo. Por cierto espero me perdones por no poder cenar esta noche contigo como habíamos quedado. – no te preocupes estaré bien      – enserio, eres la mejor – no, solo soy tu amiga. – ¿Cómo volverás al apartamento? – Tomare el subterráneo – te acompaño hasta la estación                   – claro, toma las llaves. El automóvil está en la primera plaza en el área B.                            Si, lo encontrare.
  La entrada al subterráneo se encontraba despejada, parecía casi abandonada a decir verdad. Mientras descendían comenzó a escuchar muy tenuemente el murmullo de aquellas voces y tenía la terrible sensación de que aquel ojo que vieses dentro del espejo le esperaba. Entorno los ojos a ambos lados en búsqueda del inusual ojo como si este fuese a materializarse de nuevo. Bárbara le miro extrañada pero sin decir nada, al parecer esperaba que fuese lo que le ocurriera a Margaret no le impidiese dirigirse a su cita nocturna. Bajaron lentamente por los escalones hasta que sus cabezas desaparecieron en la parte inferior, el sonido del interior estaba amortiguado dejando escuchar tan solo murmullos aunque muy diferentes a los que comenzaban a aterrarle. De pronto casi al llegar al final del descenso Margaret se detuvo, se giró con violencia. Casi perdió el equilibrio pero su amiga le sostuvo. Se encontró con las pupilas dilatadas y los ojos como platos, su piel extrañamente fría y pálida a la vez. Sus piernas flaquearon pero se mantuvo de pie. Su expresión era de total horror, uno que Bárbara apenas lograba comprender.

           – ¿Que sucede?
– Susurro débilmente mientras observaba a Margaret. Su voz sonaba lejana y poco audible, insignificante sería la mejor definición. En el umbral de la entrada al subterráneo de nuevo aquel ojo le observaba rodeado de una espesa bruma, flotaba como un globo. Le veía siniestramente. Luego se desvaneció dejándola con un ataque asmático a la entrada de su comprensión. En esta ocasión el inhalador fue efectivo – Nada. – fue todo lo que pronuncio, luego se despidió de Bárbara. Sentía esa terrible presión en el pecho, respiraba demasiado rápido tanto que pronto temió llamar a Bárbara para que le ayudase. Se recostó sobre la pared del amplio pasillo el cual conducía a la estación del tren. Respiro profundamente contando de cien hasta cero lentamente. El dolor cedió y pronto recupero el ritmo normal de su respiración. Se encontraba agotada.
La luz de la luna brillaba en el exterior acercándose ya en dirección al cielo medio y las estrellas le acompañaban en la inmensidad de la bóveda  nocturna aunque no pudiera verlas. Luego se encamino y subió al tren subterráneo. Se acomodó en la entrada en uno de los asientos vacíos, miro a todos lados topándose solo con un hombre de edad avanzada que leía el diario con un extraño fruncimiento en el rostro. Las argollas que colgaban del techo y que servían para sujetarse al ir de pie se balanceaban de lado a lado en el vagón. Sobre las parrillas no había ningún equipaje, tan solo unos cuantos envoltorios de comida chatarra se movían ante el deslizamiento del vehículo sobre los rieles. Afuera solo las luces alargadas del túnel por el cual circulaban parecían tener vida. Miro atrás justo a la dirección de la que venían y todo era oscuridad pero en medio de ella las figuras oscuras se encontraban de pie danzando vigorosamente. Se recostó y estuvo a punto de dormirse hasta que un acceso de tos le despertó. Al abrir los ojos temió por su cordura.
El edificio de apartamentos poseía el aspecto de una enorme roca, la base era iluminada por la luz artificial del alumbrado público expandiéndose desde abajo hasta sucumbir a la oscuridad de la noche en la cima. Un tanto lúgubre yacía sobre el diván observando la televisión. Los almohadones estaban esparcidos en el piso, enfrente sobre la mesita de vidrio se encontraban abiertos los diálogos de la última grabación en el estudio y a su derecha una planta adornaba la esquina cubierta por una gruesa cortina purpura sobre la ventana. Veía el noticiero sin verlo en realidad. La habitación se encontraba a oscuras nada más iluminada por el fuerte resplandor del televisor, su luz expandía su sombra alargándola hacia atrás como un haz oscuro.
La ventana cubierta por la cortina purpura estaba abierta, el viento se filtraba taciturnamente hasta que la habitación adquirió un frio lúgubre. Las esquinas purpuras se abrieron dándole paso a unas cuantas ráfagas fantasmagóricas. Detrás de la cortina en la inmensidad de la noche el ojo que antes viese se acercaba sin que ella se percatara. Se cubrió con ambos brazos mientras pensaba en levantarse e ir por una chaqueta extra y de paso cerrar la ventana. Se puso en pie dirigiéndose al closet, saco una chaqueta blanca semejante a la que llevase aquella noche al bar – malos recuerdos – dijo a la habitación aparentemente vacía y saco otra, esta de color negro. En el noticiero anunciaban el alza del petróleo.
Margaret se acomodó de nuevo y se sumergió en sus pensamientos. El ojo se acercó mucho más hasta ser un punto blanco en la oscuridad del tamaño de un balón de futbol. Margaret volteo sintiendo que le observaban. Se sobresaltó al ver aquel ojo mucho más cerca que antes, se puso en pie y todo lo que dijo fue – ¡¿Qué…?! – trastabillo, retrocedió todo lo que pudo pero sus piernas no le permitieron correr lo lejos que pretendía. Su rostro era de asombro mezclado con horror, creía que se estaba volviendo loca.
Entonces el ojo retrocedió un poco, Margaret creyó que se alejaría pero se detuvo. Luego pareció verla fijamente y Margaret agradeció que no tuviera parpado. De haber parpadeado seguro habría sucumbido ante la demencia. El ojo se veía muy maltratado, en su interior se veían algunas finas venas con aspecto de raíces y alguna que otra marca quizás provocada por algún corte. Luego el ojo se ennegreció dejando tan solo la oscuridad de la noche.
– ¡¿Qué fue eso?! – pero tan solo obtuvo como respuesta la voz dentro del televisor que daba los precios del petróleo en el viejo continente. El presentador de noticias dio paso a unos cortes comerciales, la cámara le enfoco desde un ángulo lateral y luego un anuncio publicitario en el que ofrecían seguros de vida contra accidentes lleno la pantalla. Se quedó de pie inmovilizada ante la ventana sin tener el valor de acercarse y cerrarla. Sabía que aquello no impediría que entrase si se lo proponía pero si estaba cerrada le reconfortaría un poco. Mientras decidía en cerrar la ventana o salir huyendo del lugar un nuevo sonido le llego desde muy lejos. El sonido de un puño golpeando su puerta, pareció superfluo. Se giró y sin pensarlo se dirigió a la puerta. Una vez delante de la puerta miro a través del visor. Para su sorpresa era Bárbara, se alegró aunque por otra parte se le hizo extraño que su amiga llegara más temprano de lo habitual, en todo caso se lo agradecía.
Antes de abrir la puerta aun con la mano en el cerrojo miro de nuevo, ahí estaban las figuras oscuras, su mano se aferró al pomo y mientras lo hacía sintió que le invadía un escalofrió. No se atrevía a ver de nuevo pero lo hizo, delante tan solo el pasillo brillaba en soledad, se sintió aún más confundida y entonces por fin ocurrió lo que tanto temía. Su pecho comenzó a luchar por llevar aire a sus pulmones, la cabeza le latía como un corazón y las fosas nasales parecían cerradas casi en su totalidad. Tenía que hacer grandes esfuerzos para poder respirar y eso le causaba muchas dificultades.
Tenía mareos pero no esos que producían los malestares intestinales, eran más del tipo “estoy drogada”, se apartó de la puerta sin dejar de verla y se refugió en el diván con la vista alerta hacia todos los rincones de la habitación. Seguía sin poder respirar y en ese momento se maldijo por no haber acudido a comprar su tratamiento para el asma, el inhalador era inútil como lo había dejado entrever el médico. – Estoy volviéndome loca – susurro mientras que afuera el viento sonaba más extraño que nunca. Arrastraba esos murmullos en coro como si fuesen de algún ritual. Sintió seca la boca pero no tuvo el valor para ir por algo de beber, tenía calor en el cuerpo y sudaba sin siquiera notarlo. Ahora podía respirar mejor pero sentía como si fuese a contraer un resfriado. Se recostó mientras en las noticias anunciaban que en los próximos días podría haber lluvias dispersas.
Durmió, mientras soñaba su respiración casi se había normalizado, tenía la cabeza de lado y los brazos cruzados, encogidas las piernas a la altura del pecho y balbuceaba algo. En el sueño estaba con sus hermanos jugando en “las tierras prohibidas” como solía llamarlas su madre, estaba buscando un tesoro inexistente invento de niños, habían escuchado una serie de frases en coro, detrás de los matorrales podían ver como una nube de humo subía al cielo, caminaron manteniendo el silencio y llegaron a una fosa, la pequeña Margaret se resistía pero sus hermanos la llevaron en contra de su voluntad, dentro había un cadáver. El cadáver no tenía cabeza, al parecer había sido decapitado pero lo más aterrador era que un ojo azul empotrado en un pedazo de carne putrefacta sobresalía del borde de la fosa y los contemplaba a todos con algo semejante a la ira. Pero no era todo, también había un grupo de personas alrededor totalmente desnudas y bañadas en sangre. Al verlos salieron corriendo dejando a la pequeña Margaret aterrorizada sin poderse mover. Eso formo parte del terror nocturno de todos por años.
 Salieron corriendo dejando a Margaret sola, petrificada viendo aquel ojo azul muy lastimado que derramaba sangre a borbotones. Tenía algunos cortes y unos cuantos fragmentos negros incrustados en el iris. Al lado del ojo sobre el suelo repleto de hierba seca que empezaba a podrirse se encontraba un libro de pasta negra abierto, sus hojas estaban manchadas de sangre pero Margaret pudo leer una sola frase “XQUIQ” ⃰. El ojo se movió, Margaret no sabía si por casualidad o por cuenta propia pero se movió.
Las personas interrumpieron el ritual y la observaron fijamente. Entonces un anciano se acercó a ella. Margaret se puso en pie y comenzó a correr.
          – ¡no dejen que se marchen!
 – grito, y su voz viajo por los linderos como una maldición. Corrió tanto como pudo segura de que le seguían, resbalo unos metros más adelante, al voltear pudo ver que las personas bañadas en sangre estaban de pie haciendo una especie de reverencia solo que no lo parecía en realidad, era mucho muy siniestra incluso podía ver vahos de oscuridad brotar de ellos mientras en coro decían palabras ininteligibles.
Mientras aun dormía y soñaba con aquel episodio aterrador de su infancia comenzó a pasarse la mano por el tejido del parpado debido a que le ardía, la irritación se hizo presente enrojeciendo el área que rodeaba la cuenca del ojo. Entonces empezó a tener dificultades para respirar despertó de un sobresalto debido a la falta de oxígeno abrió los ojos expresivamente mostrando señales de alarma y en medio de jadeos luchaba por llevar aire a sus pulmones.
Por fin luego de un angustioso momento el oxígeno ingreso por su sistema respiratorio revitalizándola de forma vehemente y se desmayó sosteniendo en sus manos el teléfono móvil.
Despertó de súbito, aún tenía la sensación de estar frente al ojo y la gente bañada en sangre. Algo le irritaba la comisura del ojo y en el interior sentía como si algo le escociera justo en el iris. Se encamino al lavabo sin recordar lo mucho que estaba asustada ante su alucinación o pesadilla. Llego, abrió el grifo mientras tenía el ojo cerrado, se enjuago con bastante agua, entonces comenzó a gritar al ver el ojo en el espejo, palpo con incredulidad su mejilla, sangraba y en la cuenca donde se suponía que debía estar su ojo no había nada. Descontrolada corrió en dirección al teléfono pero se detuvo de golpe, el ojo, ese macabro ojo le esperaba flotando en medio de las manos de una de las figuras oscuras. Se encontraban de pie observándola aunque no podía ver sus ojos, podía sentir sus miradas. La habitación comenzó a empequeñecerse, Margaret no podía creerlo, intento gritar pero no lo logro. Una especie de niebla oscura comenzó a brotar del piso, al principio sin forma pero luego comenzó a rodear a las figuras y estas comenzaron danzar gesticulando frases ininteligibles, Margaret enloquecida corrió en dirección a la ventana y salto. Luego todo fue oscuridad.

FIN

  
Notas: Extraídos del dialecto Maya Quiché

Molay: Congregados
XQUIQ: La de la sangre







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martes, 27 de febrero de 2018

EL MURO DEL ESCRITOR - "EL OJO" por RICHARD DRAGG (primera entrega)






EL MURO DEL ESCRITOR
"EL OJO"

por RICHARD DRAGG 
(primera entrega)



E. Ricardo Cotóm: Seudónimo / Richard Dragg
Guatemala
EL OJO
Relato corto / terror sobrenatural.
Paginas 23



Su respiración se tornaba dificultosa, su pecho se expandía y se contraía en violentos arrebatos
           – ¡esto no es posible!
– dijo casi sin aliento a su propio reflejo dentro del espejo horizontal que se encontraba colocado en la pared desde que era una actriz profesional. No era una actriz muy famosa, pero era bastante conocida en el mundo de las series para televisión. Se observó dentro del espejo mientras todo ocurría. Sus facciones descompuestas, la boca abierta y los ojos como platos reflejaban el estado de desesperación que intentaba controlar. Aquello le había ocurrido en un par de ocasiones cuando era niña, había desaparecido en su adolescencia sin motivo aparente pero, ahora todo apuntaba que venía arrastrando algo terrible.
En la parte izquierda del diafragma, aquella que se extiende más al centro, su corazón sufría algunas contracciones debido al acto vehemente que constituía el intentar respirar con normalidad.
           – ¡Maldita sea!
– susurro esta vez al tiempo que se frotaba el lugar donde el corazón se encontraba suspendido en el inicio de una probable explosión si en determinado caso no se detenía. Miro su rostro fruncido en señal de dolor. Su frente estaba perlada por finas gotas de sudor que amenazaban con desprenderse en cualquier momento. Observo sus ojos verdes tornarse pálidos al punto de creer que en cualquier momento se podrían apagar. De pronto algo se movió entre sus pupilas o eso creyó ver en una fracción de segundo.
           – ¡Tienes que serenarte!
– le comento mentalmente al reflejo que entornaba los ojos en acto de imitación suya. Pero en efecto algo oscuro se asomó en el iris de su ojo derecho desapareciendo en un fugaz parpadeo. Primero la dificultad para respirar, luego la dolorosa sensación de que su corazón se convertía en una bolsa de papel que se contraía y por ultimo aquello oscuro que se dibujaba en su ojo, era seguro que se había vuelto loca. Fue entonces cuando una punzada de dolor exploto en su ojo derecho, parte de la cabeza reverbero el dolor, se cubrió con la mano deprisa. Estaba aterrada.
La silla en la que se encontraba sentada desde que había previsto el inicio de aquel malestar había ido a para al suelo, el respaldo azul estaba hecho pedazos, las patas abiertas formando direcciones opuestas bailaban mientras presionaba con la mano izquierda el lado derecho de su rostro y con la mano derecha se frotaba el corazón violentamente.
A su costado se encontraba el cubo de basura nuevo de metal que le había regalado Tom el portero nuevo del edificio del apartamento. Era gracioso verlo caminar con sus ropas de trabajo, vestido con un oberol muy gastado, tenían algunas manchas de pintura que de cierto modo le parecían muy graciosas o al menos cuando no luchaba por respirar. Caminaba de una forma encorvada, esta le daba el aspecto de ser un anciano llevando cosas y arreglando muchas otras. Una tarde mientras él la contemplaba con sus pequeños ojos cafés le había preguntado su edad, no porque le interesara deberás sino más bien porque esa mirada suya de hombre le ponía incomoda. El respondió que en invierno cumpliría cuarenta y cinco, bajo la vista al recipiente de cera para piso y no volvió a hablar hasta que ella se despidió. Seguro se había ofendido pensó Margaret sintiéndose un poco culpable por la pregunta.
Aquel sujeto le recordaba a su padre en muchos sentidos. El primero era que su padre tenía el mismo aspecto cuando ella era una simple niña de pueblo. Su padre trabajaba en el salón de la alcaldía y su trabajo no era distinto al de Tom. Recordaba que poseían casi la misma edad, aunque su padre había cumplido cuarenta y ocho la última vez que le había visto con vida.
Mientras se encontraba trabajando en una obra instalando vigas en lo alto del nuevo salón municipal, el arnés con el cual estaba sujeto pendiendo en lo alto del edificio en construcción cedió sin previo aviso, sus compañeros no pudieron auxiliarle antes ni después de la caída mortal que obtuvo gracias a la infortunada situación. Perdió la vida dejando en serios problemas a su esposa, a sus cuatro hijos varones y a la pequeña Margaret de tan solo ocho años. Su madre tuvo que trabajar demasiado para sacarlos a delante lo cual resultó ser un fastidio para ella. El hijo mayor y hermano de Margaret llamado Paul se vio implicado en sucios negocios con las drogas. Se convirtió en un sujeto turbio y demasiado peligroso, incluso para la propia familia.
Murió en un sitio a todas luces de mala muerte por sujetos desconocidos mientras entregaba un cargamento de droga sintética a la orilla del lago Molay ⃰ en el lado sur de la ciudad. Según la teoría de la policía su hermano y los otros cuatro asesinados, habían cambiado la droga por una sustancia diferente. Los compradores lo advirtieron y desenfundaron sus armas lapidándolos con suma crueldad.
Años más tarde su tercer hermano Esteban murió en un accidente de tránsito a causa de un camión contenedor de gasolina que se descarrilo en plena carretera matando no solo a su hermano sino que también a una mujer y su hija. Según se enteró después eran esposa e hija de un ex–investigador de la policía estatal. Su segundo hermano Carlos, había sido asesinado una noche de invierno, la policía no encontró indicios demostraran el asesinato, no le fue robado ningún objeto de valor.
Luego de aquello, después de mucho tiempo al cumplir sus quince años aquel malestar respiratorio que sufría desde aquella incursión con sus hermanos en las tierras prohibidas desapareció sin razón. Un día simplemente despertó y aquello no volvió.
           – hasta el día de hoy.
– pensó teniendo toda la certeza de que era algo de sumo cuidado. – ¡¿que… que sucede?!
– entonces recordó que cuando era niña había experimentado el primer “ataque” como solía llamarlo su  hermano Carlos. Los cinco incluida ella por supuesto se encontraban en las afueras del pueblo donde vivían. Su madre trabajaba en un bar como mesera mientras ellos se aventuraban en las tierras baldías que se extendían por varios kilómetros hasta dar con la carretera interestatal. En aquel lugar se encontraban cuando… su mente no le permitía recordarlo. Desde aquel día la dificultad para respirar la sumergía en pánico. Nunca, ninguno de los cinco dijo una palabra a su madre ya que sabían lo que solía decir respecto al dinero y a las visitas a esos lugares. La mayor parte del tiempo se la pasaba maldiciendo a su marido fallecido cuando veía las cuentas por pagar. Cosa que casi desapareció al recibir una pequeña compensación del gobierno. La ayuda llego luego de dos años, lo que tardo el papeleo de la ayuda que solicitaron. Pero el dinero se esfumo como por arte de magia.
Cuando Margaret cumplió los dieciocho años todo lo que deseaba era salir de su casa y largarse a la ciudad. Sabía muy bien que a su madre eso le importaba un comino. Su madre se convirtió en una mujer distante y grosera que todo lo que solía decirles a sus hijos era lo mal que estaban desde la muerte del infeliz esposo suyo y padre mediocre que no fue nunca gran cosa. Repetía siempre que podía, acompañada de una copa de licor, que su madre (la abuela de Margaret, la que por cierto nunca hizo nada por llevarse bien con sus nietos) no deseaba que se casase con aquel sujeto bueno para nada.
          – yo era joven y tonta, no lo sabía. ¿Creen que si lo hubiera sabido, me hubiera casado con él?
– luego de aquello la depresión hizo mella en su mente, tanto que una tarde de septiembre mientras la lluvia caía descomunalmente se arrojó frente a un vehiculó en la entrada al pueblo. Simplemente desapareció. Margaret que para entonces ya se consideraba una mujer hecha y derecha, abandono su patético hogar subiéndose a un autobús con aquel insignificante equipaje y los ahorros que guardaba escondidos en una lata en la parte trasera de la vivienda para que su madre no los descubriera, había ahorrado una cantidad considerable trabajando como mesera en algunos restaurantes y un tanto más en los trabajos escolares que hacía para los chicos que lo necesitaran, no era algo correcto pero lo necesitaba así que le importaba un carajo si estaba bien o mal. La diferencia de hacer lo correcto y sobrevivir pertenecía a un bando distinto pero eso carecía de total importancia tratándose de su instinto de conservación.
 Al terminar la secundaria se había marchado siendo mayor de edad, la universidad para ella era un anhelo, algo inalcanzable por el momento. Pasado un tiempo Margaret se casó con un sujeto importante y conocido en la ciudad. El matrimonio no duro más que unos meses y para buena fortuna no hubieron hijos de por medio. De hecho a Margaret no le agradaba la idea de ser madre (en realidad era más bien temor a fracasar como tal) por lo que su marido decidió buscarse una mujer que si los quisiera. Esto no significo nada para ella. Nunca recibió amor en su hogar por parte de su madre, de su padre no recordaba mucho y sus hermanos siempre fueron como pequeñas chispas que se apagaban con el tiempo, así que el amor nunca fue algo que recibió ni tampoco algo que aprendió a dar. Su esposo era un importante hombre de negocios en una firma corporativa, era muy influyente además de atractivo. Así que su matrimonio podía definirlo como algo simplemente pasional. Una noche mientras Margaret trabajaba en un bar nocturno como camarera, John le había echado el ojo (aunque de hecho hizo más que eso) el trato tan comprensivo y peculiar que empleo con ella le causo un poco de confusión, creyó que el sujeto era en verdad sincero y acepto acompañarlo luego de terminar su turno, era una experiencia única, jamás vivida algo que le hacía creer lo emocionante que podía ser su vida.
Bebieron hasta que la vista se les nublo y al despertar ambos yacían desnudos sobre sabanas finas y blancas, el haz de luz penetraba por la ventana impactando sobre el rostro del sujeto y por primera vez en su vida tuvo asco de un hombre. El aspecto que presentaba era el de un vampiro asesino de mujeres. Pero fue lo bastante estúpida como para dejarse llevar por la situación, se dijo algunos meses después mientras firmaba los papeles del divorcio.
El abogado que llevo a cabo su divorcio era un amigo íntimo de John, aunque siempre fue amable con ella o lo fue en el poco tiempo que convivieron. Este, ya que al separarse de John su ex–marido y no recibir ni un solo centavo (gracias a la magia de los contratos prenupciales) la recomendó con un par de sujetos que en poco tiempo descubrieron sus dotes como actriz. Pasaron una buena cantidad de años hasta que fue vagamente reconocida en series de televisión, he incluso la última noticia que había recibido de su agente había sido que se encontraba en negociaciones para realizar un papel protagónico en una película de alto presupuesto. Aquello era lo mejor que le había ocurrido en  su vida. Tanto maldito esfuerzo era recompensado al final.
Pero mientras disfrutaba de su próximo éxito aquel “ataque” había vuelto como un recordatorio de su madre eso sin mencionar el infernal dolor en su ojo derecho. Así que cuando sucedió, su mente no podía tranquilizarse. Con forme los minutos pasaban el dolor remitía un poco, camino a tientas en busca del teléfono celular. Retiro por un instante la mano de su ojo, estaba empapada de una manera exagerada. El parpado superior aun dolía pero era soportable. Cuando abrió el ojo estaba aún nublado por la fina capa lacrimosa, parpadeo unas cuantas veces, lo que pudo distinguir fue una par de figuras oscuras que parecían danzar en una reverencia extraña que le pusieron los pelos de punta. En su cabeza algo comenzó a sonar, algo semejante a una alarma contra incendios. Sacudió la cabeza deshaciéndose de aquella visión, se detuvo y comprobó que nada sucedía en realidad.
Se acercó al final del mueble de madera sobre el cual uno de sus bolsos la esperaba con la boca abierta a su disposición. Saco por fin su teléfono móvil, deslizo la pantalla con el dedo mostrando las aplicaciones dentro. Busco el icono que mostraba el lugar destinado a las llamadas y mientras veía el fondo de pantalla de un edificio en New York estuvo a punto de soltarlo debido al temblor que emanaba de sus articulaciones. Decidió llamar al número de emergencia pero… el “ataque” remitió de forma casi milagrosa. Ahora sus fosas nasales se expandían dejando ingresar libremente el aire hasta los pulmones.
 La sensación fue muy dolorosa pero al mismo instante sublime. Se dejó caer sobre el pequeño sofá del lugar, miro al techo y suspiro, al hacerlo sintió la debilidad que su cuerpo sufría. Se limpió el rostro con una toalla e intento respirar con calma pese a que la adrenalina aun palpitaba en todo su cuerpo, daba gracias de no sentir más que una molestia en el ojo, eso había sido como una bendición. Tenía la garganta un poco seca por lo que bebió un sorbo de agua de la botella que tenía sobre la mesa cuyo reflejo en el espejo horizontal parecía ser parte de otro universo, uno paralelo. Eso le provoco un escalofrió y entonces a su mente acudió aquella cosa en el iris de su ojo ya las figuras danzando de esa manera tan escalofriantes, lo que le llevo a la conclusión de que eso no había sido más que una alucinación provocada por la alteración cerebral del momento, quizás la falta de oxígeno en su cerebro le había jugado una mala pasada y eso era todo…
– Toc, toc… – “la puerta”. Se tomó unos cuantos segundos para calmarse del todo y responder. No pudo, sus manos le temblaban y tenía el rostro aun descompuesto y para mayor desgracia estaba pálida.


– ¡Adelante! – Exclamo. – En un tono un poco dramático el cual se le antojaba falso – ¡hola! – grito enérgicamente una pelirroja vestida con un vestido corto de una sola pieza que no cubría mucho de sus atributos.
– ¡Bárbara, que haces por aquí! – su mente frunció al sospechar que no se traía nada bueno vestida de esa forma.            
– es viernes y te llevare a un lugar divino. Hace tiempo que no salimos tú, yo y algún galán nocturno.
          – No me siento de ánimo para eso, lo siento.  
– ¡ajá! Claro. ¿Hace cuánto que no sales con un chico?  – bueno… es que ya sabes, no estoy lista. – llevas diciendo eso desde que te divorciaste y de eso ya han pasado miles de años. Además si no quieres salir con nadie ¿Por qué la puerta de tu apartamento estaba abierta? ¿Esperas a alguien que no tenga que tocar la puerta para entrar? – ¡Eres una tonta! – respondió en un tono un poco malhumorado y su rostro sonrojado. La noche estaba un poco fresca pero según el noticiero la temperatura descendería hasta los seis grados.
– vamos, anímate. El próximo lunes me marcho de la ciudad y esta será nuestra última noche. Además si te conviertes en actriz de cine seguro te olvidaras de mí.
          – Sería imposible olvidarte
– eso dices ahora pero cuando te rodees de gente importante yo solo seré una chica que alguna vez conociste      
  – ja, ja no eres una chica, tienes casi treinta y cinco. – Pero por dentro soy como una delicada flor en su juventud.
– tu ¿delicada? – no te burles, me haces sentir como una actriz porno                – bueno… yo no he dicho nada de eso.  
           – pero lo pensaste, ¡oh me equivoco!
– Y, te equivocas mucho.
           – claro, vamos sal conmigo.
– de acuerdo, promete que solas tu y yo. – ¡oye! ¿Has dormido bien últimamente? 
– Si – bien, pero no lo parece. ¿Te sucede algo en el ojo?
           – solo tengo algo de irritación, no es nada.
– ¿segura? – Sí, lo estoy.
– ¡mira! – dijo maravillada, mientras buscaba un buen atuendo para la salida nocturna que tendrían como despedida. Margaret aun veía su reflejo en el espejo como si Bárbara nunca hubiese estado a su lado preguntándole todas esas cosas, tenía la mirada puesta en su rostro dentro del espejo pero aquella mirada estaba dirigida al vacío existencial del infinito. Coloco un vestido rojo muy provocativo, pero Margaret lo rechazo. Aquella noche saldría con su mejor amiga pero para nada se sentía atractiva, era como si algo hubiese despertado junto a los “ataques” de antaño, algo invisible que aterradoramente había surcado el iris de sus ojos verdes y por consecuencia le perforo la quietud de tantos años.
Se colocó unos jeans azules nuevos que tenía sin estrenar, una blusa purpura ajustada que resaltaba su figura, botas altas de piel café y una chaqueta de cuero blanca. Se dirigió al espejo de nuevo sintiéndose distinta de algún modo macabro. Se planteó un par de veces en contarle a Bárbara sobre lo ocurrido antes de que llegara pero decidió no hacerlo. Aquella era la última noche que pasarían juntas y no quería estropear la despedida después de haber aceptado. Se puso de pie aun con la vista en su reflejo, luego desvió la mirada a la derecha justo donde se encontraba el armario. Un murmullo emanaba de ese lugar.
Lo miro por un instante y luego abrió la puerta de súbito. Bárbara se quedó sin poder expresarse durante un largo e incómodo silencio. Aquello era nuevo para ella en la actitud de Margaret, era como si fuese otra persona. Margaret se pasó la mano sobre el pecho aun temiendo que el corazón se le desgarrase por dentro – creí escu… – Luego miro a su amiga que le contemplaba como si fuese un animal peligroso.
La luz que arrojaba la lámpara instalada del fluorescente sobre el enorme espejo marcaba sombras en el piso y la alfombra de la habitación. Se estremeció al pensar que su carrera podría verse truncada por aquel abominable episodio respiratorio y el ojo con aquellas figuras oscuras. Apretó los puños de las manos y los labios al mismo tiempo y tomo la decisión de visitar a su médico al día siguiente. Le dedico una sonrisa fingida a Bárbara como diciéndole que todo estaba bien. Luego se encamino  al interior donde se veía una mesa de madera fina, arriba y sobre ella se encontraba otro de sus bolsos, en el sus pertenecías. Coloco dentro el móvil y confirmo que llevaba efectivo. Le sorprendió ver que junto al bolso se hallaba una fotografía suya era la fotografía que le había llegado el mismo día y que saldría en una revista. Su rostro era hermoso como muchas personas decían. Pero su mirada reflejaba soledad. Alguna vez escucho que el éxito no lo es todo en la vida. Dejo la fotografía en su lugar y salió con su mejor amiga del apartamento.
Mientras bajaban por el ascensor se preguntaba de qué iba aquel recuerdo en aquellas tierras con sus hermanos. Se mostró algo tensa al intentar recordarlo así que supuso que no era nada bueno ya que su mente lo había bloqueado y si su mente lo había hecho era por una muy buena razón. – entonces ¿Qué dices? – Tardo más de un parpadeo para comprender que su amiga le hablaba en el trayecto – perdona, podrías repetirlo. Estaba algo distraída y no he escuchado lo que decías. – Mmm, está bien. Decía que sería mejor tomar mi auto así iremos juntas. – Eso es estupendo –  ¿Qué te sucede?  – nada, es solo que estoy cansada. – si quieres podemos volver a tu apartamento, no hay necesidad de salir si estas indispuesta. Podemos alquilar una película y pasarla igual de bien – ¡maldición!, eso era lo que me temía. – pensó a regañadientes – de ninguna manera, iremos al… – hizo un gesto con la mano esperando que Bárbara repitiese el nombre del bar al que irían – La Dama Roja – respondió ella un poco lúgubre. – si exacto, a ese lugar. – pero aquello no resultaba nada apropiado si lo veía de una forma calculada. 
El resplandor nocturno de la noche se extendía a lo largo de la ciudad, las luces artificiales parecían como pequeñas estrellas en la oscuridad. Cruzo los brazos como si ese pensamiento le provocara frio y se ajustó la chaqueta sin notarlo. Seguían bajando con lentitud, sus piernas palpitaban por la ansiedad del momento. Suponía que si bien su amiga se divertiría el caso suyo sería distinto, eso le hizo comprender lo que algunas chicas llamaban “la amiga de la amiga”. 
Observo sus pies que trataban de acomodar su peso sin llegar a lograrlo.
Tenía la vaga sensación de haber caminado miles de kilómetros descalza bajo el terrible sol de mediodía. Levanto la vista posando su visión de nuevo en las luces multicolores de la indomable ciudad y se sorprendió al ver que su reflejo en el elevador poseía caracteres monstruosos como si aquello revelase su verdadero ser. Su sobresalto no pasó desapercibido. – ¿Estás bien? – volvió a preguntar Bárbara mucho más preocupada esta vez. Su voz sonaba como la de un niño que sabe que recibirá una respuesta indiferente. Su piel blanca había perdido parte de su esencia y mostraba dotes albinos que no llegaban a favorecerle en ningún aspecto. – lo estoy. Es solo que se me cerró la garganta por un momento. – ¿estás segura?, oye enserio podemos dejarlo para otra ocasión por mí no hay problema. – ¡no!, iremos no te preocupes. – la sonrisa que mostro ante su amiga era una de las muchas que la teleaudiencia disfrutaba en su actuación. Aquello convenció a su amiga lo suficiente como para evitar el tener que dar explicaciones que no deseaba dar. Se pasó el cabello negro y largo tras la nuca y comenzó a charlar con su amiga como si nada hubiese ocurrido. Por fin llegaron a la planta baja, y descendieron.
Esa noche era Freddy el que se encontraba en la recepción, tenía mal aspecto como si no hubiera dormido en días. Margaret le observo con tanto interés que en un instante olvido que no se encontraba sola frente al despacho. Saludo a Freddy medio dormido el cual un segundo después estaba erguido cuan largo era. Devolvió el saludo deseándoles a las dos mujeres que cruzaban el umbral de la puerta que tuviesen una velada magnifica. Ambas mujeres se despidieron por segunda vez agitando las manos  como si fuesen marionetas y se alejaron hasta perderse de vista tras el ventanal que mostraba el exterior en amplia perspectiva.
Fuera las luces de los faros de los vehículos circulaban escasamente lo cual era atípico para un viernes por la noche. La humedad de la noche se respiraba lentamente llenando los sentidos y sacudiendo los músculos en tremulantes movimientos bajo el frío de la noche. Pronto mientras caminaban podían apreciar las vaharadas de aliento que ascendían en dirección a la bóveda del cielo.
El viento se dejaba sentir en pequeñas ráfagas que simplemente eran cortadas por los enormes edificios con calefacción que interrumpían el curso de la naturaleza. El semáforo anunciaba el cambio próximo al alto obligado. Lo cual le provoco un vago sentimiento de irrealidad.
Algunas personas cruzaban la calle, todas abrigadas con ropa adecuada, en la esquina próxima podían ver al viejo Thunder introducir papel dentro de los jirones de ropa que llevaba encima, se detuvo lo suficiente como para dedicarles una sonrisa afable, lo cual no hizo más que hacer sentir a Margaret más irreal que antes, Thunder era ciego pero al parecer eso no le impedía notar su presencia. Otro cambio en la combinación del semáforo les cedió el paso. Se dirigieron a la calle opuesta donde Bárbara solía estacionarse, para Margaret él porque era un misterio que no se atrevía a averiguar. Tras de sí luego de abordar el automóvil el débil reflejo de las luces en la ventanilla del copiloto mostraba al viejo Thunder en la esquina anterior que observaba sin hacerlo en realidad, las marcas del paso pintadas de blanco quedaron vacías y el momento fue olvidado antes de siquiera archivarlo. Miro por el retrovisor, por un segundo creyó ver de nuevo aquellas figuras danzando, parpadeo tan rápido como pudo y la visión desapareció.
Llegaron al bar. Encontraron un sitio para aparcar. El vestido escotado colorido de Bárbara se asomó por la puerta del conductor como una especie de desplazamiento seductor. Margaret se preguntaba si algún día su amiga podría vestirse de una manera mucho más decente de la que ahora presumía. ¿Habría futuro para su amiga? ¿O solo una indefinible seguida de divorcios que se detendrían cuando su cuerpo esbelto y su belleza se extinguieran como agua ante la exposición solar?, dudaba mucho que llegara a madurar pero nada era imposible en esta vida.
Un sujeto rudo con aspecto de luchador profesional con sus brazos llenos de músculos y tatuajes esperaba en la puerta, sonrió y les cedió el paso no sin antes echar un vistazo al escote de Bárbara por supuesto. Entraron al bar y se instalaron en la barra donde rápidamente fueron abordadas por un par de chicos que a juicio de Bárbara no estaban nada mal. Margaret rechazo toda invitación y solo se limitó a beber agua con hielo, preveía que Bárbara quedaría incapacitada para conducir así que se abstuvo de bebidas alcohólicas por esa noche, no quería morir tan pronto. Su ojo derecho le escocía como si dentro tuviera algún tipo de material químico que le fundiera el glóbulo blanco, alzo la mano hasta llevársela y se restregó con fuerza. La irritación cayó sobre su piel de inmediato y una lágrima se derramo a causa de la terrible irritación. La música comenzaba a ser molesta, el sonido penetraba en su cerebro haciéndolo vibrar, miro de reojo a la pista a pesar de que la luz estaba apagada y no se veía más que rayo de colores rodeando los cuerpos tibios que se balanceaban friccionándose en penumbras. Como un zumbido lento aquel murmullo de su apartamento ascendió hasta hacerse cada vez más sonoro, siguió buscando a su amiga en la pista de baile pero todo lo que pudo encontrar había sido esas figuras moviéndose de nuevo. Se aterro tanta que dejo escapar un grito ahogado.
Un hombre de mediana edad con el cabello gris en las sienes se acercó a preguntarle si todo estaba bien a lo que respondió que si sin dejar de observar la pista. La invito a un trago el cual por cierto no bebió pero sostuvo entre sus manos como una tentativa. Charlaron de algunas cosas, él era cineasta aunque Margaret nunca había escuchado hablar de alguna obra suya. La conversación tomaba aires interesantes por momentos pero la idea de sufrir un “ataque” le impedía disfrutar más allá.
La frase “se divirtieron” no venía al caso si se veía conjuntamente. Bárbara la pasó de maravilla, tanto que por tres cuartos de hora se esfumo del bar dejando a Margaret sola sentada frente a la barra con ya al menos seis vasos de agua con hielo y una inmensa necesidad de usar el lavabo, además de la irritación en el ojo, el sujeto aquel se había marchado luego de algunos minutos sin conseguir nada de Margaret, quince minutos después lo vio bailando con una hermosa rubia cerca de la zona VIP.
Eran casi las veintitrés horas cuando Bárbara apareció en medio de la multitud con un chico muy distinto al que Margaret había visto tomarla por la cintura mientras se dirigían a la pista de baile. Arqueó las cejas delgadas expresando su sorpresa pero dentro sabía muy bien que aquello era normal en su amiga. Se tambaleaba de lado a lado como un letrero que el viento mecía delicadamente. Debe ser el karma susurro ante la sombra que su amiga generaba al caer la oscuridad en la pista de baile, las luces giraban, se expandían y se convertían en miles de haces luminosos como el arcoíris mientras delante de ella, Bárbara sonreía. Su rostro era la viva y estúpida expresión de las bebidas alcohólicas. – ¿quizás whisky o vodka? – pero lo que en realidad expresaba ese rostro era algo mucho más macabro, su rostro decía que estaba drogada. El sujeto con el que se encontraba asomo una mano colocándola sobre la cintura luego recorrió la tela con delicadeza para terminar en sus pechos, bárbara coloco la cabeza atrás disfrutando de aquello luego el sujeto la beso mientras se movían al ritmo de la música – Es hora de irnos, tenemos que trabajar mañana, no te olvides de eso – al diablo con el trabajo – respondió rápidamente mientras cortaba la siguiente frase de los labios de Margaret. Sus ojos inyectados en sangre y su piel pálida le daban el aspecto de un muerto lo cual hizo pensar a Margaret si el tipo que se la había llevado no habría sido un vampiro.
 Agito la cabeza desechando la idea; la tomo de la mano y la arrastro hasta la salida. En un principio creyó que esta se resistiría pero eso no ocurrió. Obedientemente se dejó llevar hasta el estacionamiento donde un par de sombras gemían en la oscuridad. Margaret asumió que aquellas sombras se movían más de lo normal pero no podía detenerse a observar el comportamiento inmoral que se gestaba al fondo dentro de la oscuridad. Abrió la puerta del lado del pasajero luego subió a Bárbara que para ese entonces amenazaba con algunas arcadas lo que hizo reconsiderara a Margaret el esperar un poco ya que no se veía atendiendo dicha situación en el automóvil y de ser posible no deseaba enfrentarla mientras tuviera las manos al volante. Cerro de un portazo nada delicado y luego rodeo el vehículo sintiendo de nuevo la presión dentro de su vejiga. 


(Continúa en "segunda entrega"...)





Durante todo el año se encuentra abierta la inscripción para los Workshops de artes a distancia del blog educativo Siete Artes, llevados a cabo en la plataforma virtual 
https://cursosarte17.milaulas.com 
Nuestros Workshops y Cursos están dirigidos a aficionados y amantes del cine, las letras, las artes y las comunicaciones. Para participar en ellos no es necesario tener experiencia en el rubro, ni grados académicos previos. 
Los workshops son una moderna propuesta para el aprendizaje, de modalidad intensiva en un día de duración y tenemos disponibilidad horaria para que puedas hacerlo compatibles con tu jornada laboral.
 Más información en nuestras vías de contacto.
Conocé toda la oferta en Formación a Distancia que ofrece SIETE ARTES a través de nuestros Cursos y Workshops a Distancia 2018, accediendo a través del siguiente link:Http://sieteartescursos.blogspot.com.ar/
mail: cursos7artes@hotmail.com

viernes, 23 de febrero de 2018

CONVOCATORIA DOCENTE - WORKSHOP CINEMATOGRÁFICO SOBRE DISCURSOS DE LO ABYECTO


Durante todo el año se encuentra abierta la inscripción para los Workshops de artes a distancia del blog educativo Siete Artes, llevados a cabo en la plataforma virtual 
https://cursosarte17.milaulas.com

Nuestros Workshops y Cursos están dirigidos a aficionados y amantes del cine, las letras, las artes y las comunicaciones. Para participar en ellos no es necesario tener experiencia en el rubro, ni grados académicos previos.

Los workshops son una moderna propuesta para el aprendizaje, de modalidad intensiva en un día de duración y tenemos disponibilidad horaria para que puedas hacerlo compatibles con tu jornada laboral.



WORKSHOP CINEMATOGRÁFICO

SOBRE DISCURSOS

DE LO ABYECTO

                          Dictado por la Prof. Beatriz Rizzo


DURACIÓN: 6 HORAS (con intervalo)
ABIERTO TODO EL 2018. DOS TURNOS A CONFIRMAR.
DÍAS A CONFIRMAR
SIN CUPO.
COSTO: $ 600

¿Qué es un Discurso? ¿Cómo se detecta?
Todos somos texto.
En la fundación de la cultura están los que “NO”

UN MIRADA SOBRE LA ÓPERA PRIMA DEL DIRECTOR ESPAÑOL EDUARDO CASANOVA. ¿QUÉ DISCURSO PROPONE?
¿SON ABYECTOS CIERTOS PESONAJES DE TIM BURTON?
MIRAR DETRÁS DE LOS MUROS Y CORRER EL VELO. 




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whatsapp: 221-5669558