EL MURO DEL ESCRITOR
"EL OJO"
por RICHARD DRAGG
(primera entrega)
E. Ricardo Cotóm: Seudónimo / Richard Dragg
Guatemala
EL OJO
Relato corto / terror sobrenatural.
Su respiración se tornaba dificultosa,
su pecho se expandía y se contraía en violentos arrebatos
– ¡esto no es posible!
– dijo casi sin aliento a su propio
reflejo dentro del espejo horizontal que se encontraba colocado en la pared
desde que era una actriz profesional. No era una actriz muy famosa, pero era
bastante conocida en el mundo de las series para televisión. Se observó dentro
del espejo mientras todo ocurría. Sus facciones descompuestas, la boca abierta
y los ojos como platos reflejaban el estado de desesperación que intentaba controlar.
Aquello le había ocurrido en un par de ocasiones cuando era niña, había
desaparecido en su adolescencia sin motivo aparente pero, ahora todo apuntaba que
venía arrastrando algo terrible.
En la parte izquierda del diafragma,
aquella que se extiende más al centro, su corazón sufría algunas contracciones
debido al acto vehemente que constituía el intentar respirar con normalidad.
– ¡Maldita sea!
– susurro esta vez al tiempo que se
frotaba el lugar donde el corazón se encontraba suspendido en el inicio de una
probable explosión si en determinado caso no se detenía. Miro su rostro
fruncido en señal de dolor. Su frente estaba perlada por finas gotas de sudor
que amenazaban con desprenderse en cualquier momento. Observo sus ojos verdes
tornarse pálidos al punto de creer que en cualquier momento se podrían apagar.
De pronto algo se movió entre sus pupilas o eso creyó ver en una fracción de
segundo.
– ¡Tienes que serenarte!
– le comento mentalmente al reflejo que
entornaba los ojos en acto de imitación suya. Pero en efecto algo oscuro se
asomó en el iris de su ojo derecho desapareciendo en un fugaz parpadeo. Primero
la dificultad para respirar, luego la dolorosa sensación de que su corazón se
convertía en una bolsa de papel que se contraía y por ultimo aquello oscuro que
se dibujaba en su ojo, era seguro que se había vuelto loca. Fue entonces cuando
una punzada de dolor exploto en su ojo derecho, parte de la cabeza reverbero el
dolor, se cubrió con la mano deprisa. Estaba aterrada.
La silla en la que se encontraba sentada
desde que había previsto el inicio de aquel malestar había ido a para al suelo,
el respaldo azul estaba hecho pedazos, las patas abiertas formando direcciones
opuestas bailaban mientras presionaba con la mano izquierda el lado derecho de
su rostro y con la mano derecha se frotaba el corazón violentamente.
A su costado se encontraba el cubo de
basura nuevo de metal que le había regalado Tom el portero nuevo del edificio
del apartamento. Era gracioso verlo caminar con sus ropas de trabajo, vestido
con un oberol muy gastado, tenían algunas manchas de pintura que de cierto modo
le parecían muy graciosas o al menos cuando no luchaba por respirar. Caminaba
de una forma encorvada, esta le daba el aspecto de ser un anciano llevando
cosas y arreglando muchas otras. Una tarde mientras él la contemplaba con sus
pequeños ojos cafés le había preguntado su edad, no porque le interesara
deberás sino más bien porque esa mirada suya de hombre le ponía incomoda. El
respondió que en invierno cumpliría cuarenta y cinco, bajo la vista al
recipiente de cera para piso y no volvió a hablar hasta que ella se despidió.
Seguro se había ofendido pensó Margaret sintiéndose un poco culpable por la
pregunta.
Aquel sujeto le recordaba a su padre en
muchos sentidos. El primero era que su padre tenía el mismo aspecto cuando ella
era una simple niña de pueblo. Su padre trabajaba en el salón de la alcaldía y
su trabajo no era distinto al de Tom. Recordaba que poseían casi la misma edad,
aunque su padre había cumplido cuarenta y ocho la última vez que le había visto
con vida.
Mientras se encontraba trabajando en una
obra instalando vigas en lo alto del nuevo salón municipal, el arnés con el
cual estaba sujeto pendiendo en lo alto del edificio en construcción cedió sin previo
aviso, sus compañeros no pudieron auxiliarle antes ni después de la caída
mortal que obtuvo gracias a la infortunada situación. Perdió la vida dejando en
serios problemas a su esposa, a sus cuatro hijos varones y a la pequeña Margaret
de tan solo ocho años. Su madre tuvo que trabajar demasiado para sacarlos a
delante lo cual resultó ser un fastidio para ella. El hijo mayor y hermano de
Margaret llamado Paul se vio implicado en sucios negocios con las drogas. Se
convirtió en un sujeto turbio y demasiado peligroso, incluso para la propia
familia.
Murió en un sitio a todas luces de mala
muerte por sujetos desconocidos mientras entregaba un cargamento de droga
sintética a la orilla del lago Molay ⃰
en el lado sur de la ciudad. Según la teoría de la policía su hermano y los
otros cuatro asesinados, habían cambiado la droga por una sustancia diferente.
Los compradores lo advirtieron y desenfundaron sus armas lapidándolos con suma
crueldad.
Años más tarde su tercer hermano Esteban
murió en un accidente de tránsito a causa de un camión contenedor de gasolina
que se descarrilo en plena carretera matando no solo a su hermano sino que
también a una mujer y su hija. Según se enteró después eran esposa e hija de un
ex–investigador de la policía estatal. Su segundo hermano Carlos, había sido
asesinado una noche de invierno, la policía no encontró indicios demostraran el
asesinato, no le fue robado ningún objeto de valor.
Luego de aquello, después de mucho
tiempo al cumplir sus quince años aquel malestar respiratorio que sufría desde
aquella incursión con sus hermanos en las tierras prohibidas desapareció sin
razón. Un día simplemente despertó y aquello no volvió.
– hasta el día de hoy.
– pensó teniendo toda la certeza de que
era algo de sumo cuidado. – ¡¿que… que sucede?!
– entonces recordó que cuando era niña
había experimentado el primer “ataque”
como solía llamarlo su hermano Carlos.
Los cinco incluida ella por supuesto se encontraban en las afueras del pueblo
donde vivían. Su madre trabajaba en un bar como mesera mientras ellos se
aventuraban en las tierras baldías que se extendían por varios kilómetros hasta
dar con la carretera interestatal. En aquel lugar se encontraban cuando… su
mente no le permitía recordarlo. Desde aquel día la dificultad para respirar la
sumergía en pánico. Nunca, ninguno de los cinco dijo una palabra a su madre ya
que sabían lo que solía decir respecto al dinero y a las visitas a esos lugares.
La mayor parte del tiempo se la pasaba maldiciendo a su marido fallecido cuando
veía las cuentas por pagar. Cosa que casi desapareció al recibir una pequeña
compensación del gobierno. La ayuda llego luego de dos años, lo que tardo el
papeleo de la ayuda que solicitaron. Pero el dinero se esfumo como por arte de
magia.
Cuando Margaret cumplió los dieciocho
años todo lo que deseaba era salir de su casa y largarse a la ciudad. Sabía muy
bien que a su madre eso le importaba un comino. Su madre se convirtió en una
mujer distante y grosera que todo lo que solía decirles a sus hijos era lo mal
que estaban desde la muerte del infeliz esposo suyo y padre mediocre que no fue
nunca gran cosa. Repetía siempre que podía, acompañada de una copa de licor,
que su madre (la abuela de Margaret, la que por cierto nunca hizo nada por
llevarse bien con sus nietos) no deseaba que se casase con aquel sujeto bueno
para nada.
– yo era joven y tonta, no lo
sabía. ¿Creen que si lo hubiera sabido, me hubiera casado con él?
– luego de aquello la depresión hizo
mella en su mente, tanto que una tarde de septiembre mientras la lluvia caía
descomunalmente se arrojó frente a un vehiculó en la entrada al pueblo. Simplemente
desapareció. Margaret que para entonces ya se consideraba una mujer hecha y
derecha, abandono su patético hogar subiéndose a un autobús con aquel
insignificante equipaje y los ahorros que guardaba escondidos en una lata en la
parte trasera de la vivienda para que su madre no los descubriera, había
ahorrado una cantidad considerable trabajando como mesera en algunos restaurantes
y un tanto más en los trabajos escolares que hacía para los chicos que lo
necesitaran, no era algo correcto pero lo necesitaba así que le importaba un
carajo si estaba bien o mal. La diferencia de hacer lo correcto y sobrevivir
pertenecía a un bando distinto pero eso carecía de total importancia tratándose
de su instinto de conservación.
Al terminar la secundaria se había marchado
siendo mayor de edad, la universidad para ella era un anhelo, algo inalcanzable
por el momento. Pasado un tiempo Margaret se casó con un sujeto importante y
conocido en la ciudad. El matrimonio no duro más que unos meses y para buena
fortuna no hubieron hijos de por medio. De hecho a Margaret no le agradaba la
idea de ser madre (en realidad era más bien temor a fracasar como tal) por lo
que su marido decidió buscarse una mujer que si los quisiera. Esto no significo
nada para ella. Nunca recibió amor en su hogar por parte de su madre, de su
padre no recordaba mucho y sus hermanos siempre fueron como pequeñas chispas
que se apagaban con el tiempo, así que el amor nunca fue algo que recibió ni
tampoco algo que aprendió a dar. Su esposo era un importante hombre de negocios
en una firma corporativa, era muy influyente además de atractivo. Así que su
matrimonio podía definirlo como algo simplemente pasional. Una noche mientras
Margaret trabajaba en un bar nocturno como camarera, John le había echado el
ojo (aunque de hecho hizo más que eso) el trato tan comprensivo y peculiar que
empleo con ella le causo un poco de confusión, creyó que el sujeto era en
verdad sincero y acepto acompañarlo luego de terminar su turno, era una
experiencia única, jamás vivida algo que le hacía creer lo emocionante que
podía ser su vida.
Bebieron hasta que la vista se les nublo
y al despertar ambos yacían desnudos sobre sabanas finas y blancas, el haz de
luz penetraba por la ventana impactando sobre el rostro del sujeto y por
primera vez en su vida tuvo asco de un hombre. El aspecto que presentaba era el
de un vampiro asesino de mujeres. Pero fue lo bastante estúpida como para
dejarse llevar por la situación, se dijo algunos meses después mientras firmaba
los papeles del divorcio.
El abogado que llevo a cabo su divorcio
era un amigo íntimo de John, aunque siempre fue amable con ella o lo fue en el
poco tiempo que convivieron. Este, ya que al separarse de John su ex–marido y
no recibir ni un solo centavo (gracias a la magia de los contratos
prenupciales) la recomendó con un par de sujetos que en poco tiempo
descubrieron sus dotes como actriz. Pasaron una buena cantidad de años hasta
que fue vagamente reconocida en series de televisión, he incluso la última
noticia que había recibido de su agente había sido que se encontraba en
negociaciones para realizar un papel protagónico en una película de alto
presupuesto. Aquello era lo mejor que le había ocurrido en su vida. Tanto maldito esfuerzo era
recompensado al final.
Pero mientras disfrutaba de su próximo
éxito aquel “ataque” había vuelto
como un recordatorio de su madre eso sin mencionar el infernal dolor en su ojo
derecho. Así que cuando sucedió, su mente no podía tranquilizarse. Con forme
los minutos pasaban el dolor remitía un poco, camino a tientas en busca del
teléfono celular. Retiro por un instante la mano de su ojo, estaba empapada de
una manera exagerada. El parpado superior aun dolía pero era soportable. Cuando
abrió el ojo estaba aún nublado por la fina capa lacrimosa, parpadeo unas
cuantas veces, lo que pudo distinguir fue una par de figuras oscuras que parecían
danzar en una reverencia extraña que le pusieron los pelos de punta. En su
cabeza algo comenzó a sonar, algo semejante a una alarma contra incendios.
Sacudió la cabeza deshaciéndose de aquella visión, se detuvo y comprobó que
nada sucedía en realidad.
Se acercó al final del mueble de madera
sobre el cual uno de sus bolsos la esperaba con la boca abierta a su disposición.
Saco por fin su teléfono móvil, deslizo la pantalla con el dedo mostrando las
aplicaciones dentro. Busco el icono que mostraba el lugar destinado a las
llamadas y mientras veía el fondo de pantalla de un edificio en New York estuvo
a punto de soltarlo debido al temblor que emanaba de sus articulaciones.
Decidió llamar al número de emergencia pero… el “ataque” remitió de forma casi milagrosa. Ahora sus fosas nasales
se expandían dejando ingresar libremente el aire hasta los pulmones.
La sensación fue muy dolorosa pero al mismo
instante sublime. Se dejó caer sobre el pequeño sofá del lugar, miro al techo y
suspiro, al hacerlo sintió la debilidad que su cuerpo sufría. Se limpió el
rostro con una toalla e intento respirar con calma pese a que la adrenalina aun
palpitaba en todo su cuerpo, daba gracias de no sentir más que una molestia en
el ojo, eso había sido como una bendición. Tenía la garganta un poco seca por
lo que bebió un sorbo de agua de la botella que tenía sobre la mesa cuyo
reflejo en el espejo horizontal parecía ser parte de otro universo, uno
paralelo. Eso le provoco un escalofrió y entonces a su mente acudió aquella
cosa en el iris de su ojo ya las figuras danzando de esa manera tan
escalofriantes, lo que le llevo a la conclusión de que eso no había sido más
que una alucinación provocada por la alteración cerebral del momento, quizás la
falta de oxígeno en su cerebro le había jugado una mala pasada y eso era todo…
– Toc, toc… – “la puerta”. Se tomó unos
cuantos segundos para calmarse del todo y responder. No pudo, sus manos le
temblaban y tenía el rostro aun descompuesto y para mayor desgracia estaba
pálida.
– ¡Adelante! – Exclamo. – En un tono un
poco dramático el cual se le antojaba falso – ¡hola! – grito enérgicamente una
pelirroja vestida con un vestido corto de una sola pieza que no cubría mucho de
sus atributos.
– ¡Bárbara, que haces por aquí! – su
mente frunció al sospechar que no se traía nada bueno vestida de esa forma.
– es viernes y te llevare a un lugar
divino. Hace tiempo que no salimos tú, yo y algún galán nocturno.
– No me siento de ánimo para eso, lo siento.
– ¡ajá! Claro. ¿Hace cuánto que no sales
con un chico? – bueno… es que ya sabes,
no estoy lista. – llevas diciendo eso desde que te divorciaste y de eso ya han
pasado miles de años. Además si no quieres salir con nadie ¿Por qué la puerta
de tu apartamento estaba abierta? ¿Esperas a alguien que no tenga que tocar la
puerta para entrar? – ¡Eres una tonta! – respondió en un tono un poco
malhumorado y su rostro sonrojado. La noche estaba un poco fresca pero según el
noticiero la temperatura descendería hasta los seis grados.
– vamos, anímate. El próximo lunes me
marcho de la ciudad y esta será nuestra última noche. Además si te conviertes
en actriz de cine seguro te olvidaras de mí.
– Sería imposible olvidarte
– eso dices ahora pero cuando te rodees
de gente importante yo solo seré una chica que alguna vez conociste
– ja, ja no eres una chica, tienes casi treinta y cinco. – Pero por
dentro soy como una delicada flor en su juventud.
– tu ¿delicada? – no te burles, me haces
sentir como una actriz porno – bueno… yo no he dicho nada de eso.
– pero lo pensaste, ¡oh me equivoco!
– Y, te equivocas mucho.
– claro, vamos sal conmigo.
– de acuerdo, promete que solas tu y yo.
– ¡oye! ¿Has dormido bien últimamente?
– Si – bien, pero no lo parece. ¿Te
sucede algo en el ojo?
– solo tengo algo de irritación, no
es nada.
– ¿segura? – Sí, lo estoy.
– ¡mira! – dijo maravillada, mientras
buscaba un buen atuendo para la salida nocturna que tendrían como despedida.
Margaret aun veía su reflejo en el espejo como si Bárbara nunca hubiese estado
a su lado preguntándole todas esas cosas, tenía la mirada puesta en su rostro
dentro del espejo pero aquella mirada estaba dirigida al vacío existencial del
infinito. Coloco un vestido rojo muy provocativo, pero Margaret lo rechazo.
Aquella noche saldría con su mejor amiga pero para nada se sentía atractiva,
era como si algo hubiese despertado junto a los “ataques” de antaño, algo invisible que aterradoramente había
surcado el iris de sus ojos verdes y por consecuencia le perforo la quietud de
tantos años.
Se colocó unos jeans azules nuevos que tenía
sin estrenar, una blusa purpura ajustada que resaltaba su figura, botas altas
de piel café y una chaqueta de cuero blanca. Se dirigió al espejo de nuevo
sintiéndose distinta de algún modo macabro. Se planteó un par de veces en
contarle a Bárbara sobre lo ocurrido antes de que llegara pero decidió no
hacerlo. Aquella era la última noche que pasarían juntas y no quería estropear
la despedida después de haber aceptado. Se puso de pie aun con la vista en su
reflejo, luego desvió la mirada a la derecha justo donde se encontraba el
armario. Un murmullo emanaba de ese lugar.
Lo miro por un instante y luego abrió la
puerta de súbito. Bárbara se quedó sin poder expresarse durante un largo e incómodo
silencio. Aquello era nuevo para ella en la actitud de Margaret, era como si
fuese otra persona. Margaret se pasó la mano sobre el pecho aun temiendo que el
corazón se le desgarrase por dentro – creí escu… – Luego miro a su amiga que le
contemplaba como si fuese un animal peligroso.
La luz que arrojaba la lámpara instalada
del fluorescente sobre el enorme espejo marcaba sombras en el piso y la
alfombra de la habitación. Se estremeció al pensar que su carrera podría verse
truncada por aquel abominable episodio respiratorio y el ojo con aquellas
figuras oscuras. Apretó los puños de las manos y los labios al mismo tiempo y
tomo la decisión de visitar a su médico al día siguiente. Le dedico una sonrisa
fingida a Bárbara como diciéndole que todo estaba bien. Luego se encamino al interior donde se veía una mesa de madera
fina, arriba y sobre ella se encontraba otro de sus bolsos, en el sus
pertenecías. Coloco dentro el móvil y confirmo que llevaba efectivo. Le
sorprendió ver que junto al bolso se hallaba una fotografía suya era la
fotografía que le había llegado el mismo día y que saldría en una revista. Su
rostro era hermoso como muchas personas decían. Pero su mirada reflejaba
soledad. Alguna vez escucho que el éxito no lo es todo en la vida. Dejo la
fotografía en su lugar y salió con su mejor amiga del apartamento.
Mientras bajaban por el ascensor se
preguntaba de qué iba aquel recuerdo en aquellas tierras con sus hermanos. Se mostró
algo tensa al intentar recordarlo así que supuso que no era nada bueno ya que
su mente lo había bloqueado y si su mente lo había hecho era por una muy buena
razón. – entonces ¿Qué dices? – Tardo más de un parpadeo para comprender que su
amiga le hablaba en el trayecto – perdona, podrías repetirlo. Estaba algo
distraída y no he escuchado lo que decías. – Mmm, está bien. Decía que sería
mejor tomar mi auto así iremos juntas. – Eso es estupendo – ¿Qué te sucede? – nada, es solo que estoy cansada. – si quieres
podemos volver a tu apartamento, no hay necesidad de salir si estas
indispuesta. Podemos alquilar una película y pasarla igual de bien –
¡maldición!, eso era lo que me temía. – pensó a regañadientes – de ninguna
manera, iremos al… – hizo un gesto con la mano esperando que Bárbara repitiese
el nombre del bar al que irían – La Dama
Roja – respondió ella un poco lúgubre. – si exacto, a ese lugar. – pero
aquello no resultaba nada apropiado si lo veía de una forma calculada.
El resplandor nocturno de la noche se
extendía a lo largo de la ciudad, las luces artificiales parecían como pequeñas
estrellas en la oscuridad. Cruzo los brazos como si ese pensamiento le
provocara frio y se ajustó la chaqueta sin notarlo. Seguían bajando con
lentitud, sus piernas palpitaban por la ansiedad del momento. Suponía que si
bien su amiga se divertiría el caso suyo sería distinto, eso le hizo comprender
lo que algunas chicas llamaban “la amiga
de la amiga”.
Observo sus pies que trataban de acomodar su peso sin llegar
a lograrlo.
Tenía la vaga sensación de haber
caminado miles de kilómetros descalza bajo el terrible sol de mediodía. Levanto
la vista posando su visión de nuevo en las luces multicolores de la indomable
ciudad y se sorprendió al ver que su reflejo en el elevador poseía caracteres
monstruosos como si aquello revelase su verdadero ser. Su sobresalto no pasó
desapercibido. – ¿Estás bien? – volvió a preguntar Bárbara mucho más preocupada
esta vez. Su voz sonaba como la de un niño que sabe que recibirá una respuesta indiferente.
Su piel blanca había perdido parte de su esencia y mostraba dotes albinos que
no llegaban a favorecerle en ningún aspecto. – lo estoy. Es solo que se me
cerró la garganta por un momento. – ¿estás segura?, oye enserio podemos dejarlo
para otra ocasión por mí no hay problema. – ¡no!, iremos no te preocupes. – la
sonrisa que mostro ante su amiga era una de las muchas que la teleaudiencia
disfrutaba en su actuación. Aquello convenció a su amiga lo suficiente como
para evitar el tener que dar explicaciones que no deseaba dar. Se pasó el
cabello negro y largo tras la nuca y comenzó a charlar con su amiga como si
nada hubiese ocurrido. Por fin llegaron a la planta baja, y descendieron.
Esa noche era Freddy el que se
encontraba en la recepción, tenía mal aspecto como si no hubiera dormido en
días. Margaret le observo con tanto interés que en un instante olvido que no se
encontraba sola frente al despacho. Saludo a Freddy medio dormido el cual un
segundo después estaba erguido cuan largo era. Devolvió el saludo deseándoles a
las dos mujeres que cruzaban el umbral de la puerta que tuviesen una velada
magnifica. Ambas mujeres se despidieron por segunda vez agitando las manos como si fuesen marionetas y se alejaron hasta
perderse de vista tras el ventanal que mostraba el exterior en amplia
perspectiva.
Fuera las luces de los faros de los
vehículos circulaban escasamente lo cual era atípico para un viernes por la
noche. La humedad de la noche se respiraba lentamente llenando los sentidos y
sacudiendo los músculos en tremulantes movimientos bajo el frío de la noche. Pronto
mientras caminaban podían apreciar las vaharadas de aliento que ascendían en
dirección a la bóveda del cielo.
El viento se dejaba sentir en pequeñas
ráfagas que simplemente eran cortadas por los enormes edificios con calefacción
que interrumpían el curso de la naturaleza. El semáforo anunciaba el cambio
próximo al alto obligado. Lo cual le provoco un vago sentimiento de irrealidad.
Algunas personas cruzaban la calle,
todas abrigadas con ropa adecuada, en la esquina próxima podían ver al viejo
Thunder introducir papel dentro de los jirones de ropa que llevaba encima, se
detuvo lo suficiente como para dedicarles una sonrisa afable, lo cual no hizo
más que hacer sentir a Margaret más irreal que antes, Thunder era ciego pero al
parecer eso no le impedía notar su presencia. Otro cambio en la combinación del
semáforo les cedió el paso. Se dirigieron a la calle opuesta donde Bárbara
solía estacionarse, para Margaret él porque era un misterio que no se atrevía a
averiguar. Tras de sí luego de abordar el automóvil el débil reflejo de las
luces en la ventanilla del copiloto mostraba al viejo Thunder en la esquina anterior
que observaba sin hacerlo en realidad, las marcas del paso pintadas de blanco
quedaron vacías y el momento fue olvidado antes de siquiera archivarlo. Miro
por el retrovisor, por un segundo creyó ver de nuevo aquellas figuras danzando,
parpadeo tan rápido como pudo y la visión desapareció.
Llegaron al bar. Encontraron un sitio
para aparcar. El vestido escotado colorido de Bárbara se asomó por la puerta
del conductor como una especie de desplazamiento seductor. Margaret se
preguntaba si algún día su amiga podría vestirse de una manera mucho más
decente de la que ahora presumía. ¿Habría futuro para su amiga? ¿O solo una
indefinible seguida de divorcios que se detendrían cuando su cuerpo esbelto y
su belleza se extinguieran como agua ante la exposición solar?, dudaba mucho
que llegara a madurar pero nada era imposible en esta vida.
Un sujeto rudo con aspecto de luchador
profesional con sus brazos llenos de músculos y tatuajes esperaba en la puerta,
sonrió y les cedió el paso no sin antes echar un vistazo al escote de Bárbara
por supuesto. Entraron al bar y se instalaron en la barra donde rápidamente
fueron abordadas por un par de chicos que a juicio de Bárbara no estaban nada
mal. Margaret rechazo toda invitación y solo se limitó a beber agua con hielo,
preveía que Bárbara quedaría incapacitada para conducir así que se abstuvo de
bebidas alcohólicas por esa noche, no quería morir tan pronto. Su ojo derecho
le escocía como si dentro tuviera algún tipo de material químico que le
fundiera el glóbulo blanco, alzo la mano hasta llevársela y se restregó con
fuerza. La irritación cayó sobre su piel de inmediato y una lágrima se derramo
a causa de la terrible irritación. La música comenzaba a ser molesta, el sonido
penetraba en su cerebro haciéndolo vibrar, miro de reojo a la pista a pesar de
que la luz estaba apagada y no se veía más que rayo de colores rodeando los
cuerpos tibios que se balanceaban friccionándose en penumbras. Como un zumbido
lento aquel murmullo de su apartamento ascendió hasta hacerse cada vez más
sonoro, siguió buscando a su amiga en la pista de baile pero todo lo que pudo
encontrar había sido esas figuras moviéndose de nuevo. Se aterro tanta que dejo
escapar un grito ahogado.
Un hombre de mediana edad con el cabello
gris en las sienes se acercó a preguntarle si todo estaba bien a lo que
respondió que si sin dejar de observar la pista. La invito a un trago el cual
por cierto no bebió pero sostuvo entre sus manos como una tentativa. Charlaron
de algunas cosas, él era cineasta aunque Margaret nunca había escuchado hablar
de alguna obra suya. La conversación tomaba aires interesantes por momentos
pero la idea de sufrir un “ataque” le
impedía disfrutar más allá.
La frase “se divirtieron” no venía al caso si se veía conjuntamente. Bárbara
la pasó de maravilla, tanto que por tres cuartos de hora se esfumo del bar
dejando a Margaret sola sentada frente a la barra con ya al menos seis vasos de
agua con hielo y una inmensa necesidad de usar el lavabo, además de la
irritación en el ojo, el sujeto aquel se había marchado luego de algunos
minutos sin conseguir nada de Margaret, quince minutos después lo vio bailando
con una hermosa rubia cerca de la zona VIP.
Eran casi las veintitrés horas cuando Bárbara
apareció en medio de la multitud con un chico muy distinto al que Margaret
había visto tomarla por la cintura mientras se dirigían a la pista de baile.
Arqueó las cejas delgadas expresando su sorpresa pero dentro sabía muy bien que
aquello era normal en su amiga. Se tambaleaba de lado a lado como un letrero
que el viento mecía delicadamente. Debe ser el karma susurro ante la sombra que
su amiga generaba al caer la oscuridad en la pista de baile, las luces giraban,
se expandían y se convertían en miles de haces luminosos como el arcoíris
mientras delante de ella, Bárbara sonreía. Su rostro era la viva y estúpida
expresión de las bebidas alcohólicas. – ¿quizás whisky o vodka? – pero lo que
en realidad expresaba ese rostro era algo mucho más macabro, su rostro decía
que estaba drogada. El sujeto con el que se encontraba asomo una mano
colocándola sobre la cintura luego recorrió la tela con delicadeza para
terminar en sus pechos, bárbara coloco la cabeza atrás disfrutando de aquello
luego el sujeto la beso mientras se movían al ritmo de la música – Es hora de
irnos, tenemos que trabajar mañana, no te olvides de eso – al diablo con el
trabajo – respondió rápidamente mientras cortaba la siguiente frase de los
labios de Margaret. Sus ojos inyectados en sangre y su piel pálida le daban el
aspecto de un muerto lo cual hizo pensar a Margaret si el tipo que se la había
llevado no habría sido un vampiro.
Agito la cabeza desechando la idea; la tomo de
la mano y la arrastro hasta la salida. En un principio creyó que esta se
resistiría pero eso no ocurrió. Obedientemente se dejó llevar hasta el
estacionamiento donde un par de sombras gemían en la oscuridad. Margaret asumió
que aquellas sombras se movían más de lo normal pero no podía detenerse a
observar el comportamiento inmoral que se gestaba al fondo dentro de la
oscuridad. Abrió la puerta del lado del pasajero luego subió a Bárbara que para
ese entonces amenazaba con algunas arcadas lo que hizo reconsiderara a Margaret
el esperar un poco ya que no se veía atendiendo dicha situación en el automóvil
y de ser posible no deseaba enfrentarla mientras tuviera las manos al volante.
Cerro de un portazo nada delicado y luego rodeo el vehículo sintiendo de nuevo
la presión dentro de su vejiga.
(Continúa en "segunda entrega"...)
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