EL MURO DEL ESCRITOR
"EL OJO"
por RICHARD DRAGG
(segunda entrega)
Durante todo el año se encuentra abierta la inscripción para los Workshops de artes a distancia del blog educativo Siete Artes, llevados a cabo en la plataforma virtual https://cursosarte17.milaulas.com
E. Ricardo Cotóm: Seudónimo / Richard Dragg
Guatemala
EL OJO
Relato corto / terror sobrenatural.
Abrió el lado del conductor mientras se
estremecía al sentir el frío de la noche. Sin ninguna razón giro la vista al
callejón pensando que alguien le observaba. El pensamiento fue aterrador así
que subió y se acomodó dentro. Comprobó que todo estuviera en orden, le coloco
el cinturón de seguridad a su amiga luego el suyo, se detuvo ante la idea de
que esta vomitara en el interior, le ato el cabello y bajo un poco la
ventanilla para que el viento le refrescara, esperaba con eso evitarse la
incómoda escena. Miro por el retrovisor al dar marcha atrás. Las luces de los
faros golpeaban la pared del bar generando sombras extrañas que se acomodaban a
la perfección. La sensación de ser observada era aún tan fuerte que le
provocaba sobresaltos mientras retrocedía, su mente le jugaba la extraña
certeza que de pronto alguien saldría de
la oscuridad cortándole el paso para luego obligarla a salir y… – ¡basta! – mascullo mientras el miedo
desaparecía. Comprobó que Bárbara estuviera en posición adecuada, luego se marchó
al apartamento tomando la avenida más próxima.
Con suma dificultad logro llevarla a su
apartamento. Decidió en el mejor de los casos dejarla dormir en su cama y no
llevarla a su edificio ya que no le agradaba ese lugar y se sentía mucho más
tranquila en el suyo. Tendría que estar pendiente de ella pero siempre que
estuviera cómoda en su habitación no le importaba. La noche siguió su curso
normal y el sueño le acogió en el interior del velo inactivo que se adueña de
la oscuridad. El diván sobre el que descansaba le permitió soñar aunque al
despertar no recordaba absolutamente nada del sueño. Mientras dormía soñaba con
la figura oscura en el iris de su ojo, gritaba sin obtener ayuda de nadie,
estaba sola en un lugar oscuro y entonces ellos…
La luz de los reflectores comenzó a
iluminarle desde un ángulo para luego pasar al opuesto. El camarógrafo le daba
indicaciones que ella seguía a la perfección. Su mente vagaba ante la sensación
que se gestaba en su pecho –
¡asma! – eso había dicho el médico. – era increíble que padeciera eso. Y lo
peor de todo era que llegaba en el mejor momento de su vida. – su sonrisa, su
rostro perfecto como si estuviese hecho para la cámara. La sensación poco a
poco quedaba atrás y el nuevo y resplandeciente sol albergaba un tinte de
felicidad. Su agente le había notificado sobre la sesión fotográfica para la
presentación de la nueva serie de televisión que se estrenaría en dos meses. Su
papel el protagónico era el de una chica que se enfrentaba al lado de sus
compañeros a ciertos asesinatos en la ciudad que no podían calificarse de
naturales. Las críticas hacían alusión a su
magnífica interpretación de aquel personaje lo cual se convirtió en una plataforma que permitió asegurarle
un papel tan importante en un largometraje. La película tenía el título de “La sombra al atardecer”, era una
película de terror a lo Lovecraft.
– Muy bien, eres perfecta para este
trabajo. ¿No has pensado en modelar?, levanta la barbilla, eso es… gira un
poco. Sonríe. Esplendido. ¡Bien hecho!
–
Él fotógrafo y sus tres ayudantes se reunieron comentando lo sensacional que
había estado la sesión de fotografía, Margaret un poco exhausta se dirigió al
sofá color crema situado al lado de la enorme ventana del lugar; el piso era de
madera contrastando con el color de las paredes. Levanto la vista fijándola en
los rostros que reían en una especie de jerga verbal masculina. Curiosamente el
trípode que sostenía uno de los reflectores se balanceo hasta que cayó
estrepitosamente, el fotógrafo giro de prisa quedando extrañado al ver caído el
reflector. No sufrió daño pero aun así el rostro que mostraba no era de alivio
sino de incomprensión. Dentro no había corriente de viento que provocara
aquello, la ventana se encontraba bien cerrada al igual que la puerta – quizás no
lo coloque bien – dijo mostrando una sonrisa fingida – es lo más seguro –
respondió uno de sus ayudantes. Pero Margaret veía con algo semejante al
horror, había creído escuchar aquel murmullo en esa dirección. El teléfono
móvil vibro un par de veces, lo saco de su bolso. Era Bárbara. Aún estaba en la
ciudad ya que la salidita de la noche anterior la había dejado indispuesta para
viajar.
– Diga – respondió Margaret sonando
incluso para sí misma de una manera automatizada.
– ¿Quieres almorzar conmigo? – lo siento
aún tengo que resolver unas cuantas cosas, pero te veré en la noche antes de
que te marches – claro, me parece bien. ¿Estás bien?, suenas un poco
extraña – es solo que la sesión de fotos
me ha dejado un poco exhausta eso es todo, pero cenaremos hoy – ¿Qué dijo el
médico? – tengo asma y… – ¿y…? – nada, tan solo una irritación en el ojo
derecho, probablemente conjuntivitis, es tratable – debes cuidarte de esas
cosas – lo sé, te veré luego – de acuerdo hasta pronto – la imagen que indicaba
que la llamada se desarrollaba se retiró de la pantalla dejando de nuevo el
fondo con el edificio en New York al que anhelaba ir en cuanto tuviera la
oportunidad o bien cuando su agente le diera luz verde para la filmación de la
gar película. – hemos terminado, eres un encanto y espero volver a trabajar
contigo en una nueva oportunidad. Tu rostro es perfecto, deberías dedicarte al
modelaje. – gracias, pero amo lo que hago. – está bien, bueno puedes retirarte
yo me encargare de avisarle al productor cuando el material ya esté listo,
cuídate. – gracias. – cuando salió de la habitación sintió como el sol ya de un
medio día intensificaba el asediado calor sobre la ciudad, el paisaje repleto
de edificios y luces era perfecto se dijo. Las siluetas de las personas se
movían de un lado al otro mientras ella solo fijaba la mirada al cielo, quizás
todo saldrá bien pensó para sus adentro y se encamino al estacionamiento
subterráneo donde su automóvil le esperaba. Almorzó sola en un restaurante del
centro, pensaba que quizás hubiese sido mejor aceptar la compañía de Bárbara
pero luego la rechazo al sentirse bien mientras degustaba una hamburguesa.
Rompería la dieta por una vez y si se le antojaba otra pues la ordenaría. Ese
era su día.
Más tarde al salir de la oficina donde
su agente le comunico el inicio de la filmación que sería en tres semanas el
viento le agito el cabello de forma violenta. Decidió dar una caminata antes de
subir a su vehículo, los árboles se encontraban uno tras otro a las orillas de
la acera, las luces de las lámparas brillaban con ese tono amarillento extraño
y melancólico que tanto evitaba. Los escaparates ofrecían artículos en oferta
tras las vidrieras en las tiendas de descuentos y la gente se detenía a
observar los precios antes de siquiera formularse si podían obtenerlos. Subió
los escalones dejando atrás la luz violeta del atardecer. Sostenía en su mano y
el hombro su bolso fiel. Su rostro era demasiado bello para el lugar pero eso
no le importaba. Cada paso que daba era remitido por un golpeteo de tacones
envolviendo ecos lejanos.
Se encontraba dando un paseo, por alguna
razón en el pecho sentía que algo le molestaba y eso no tenía nada que ver con
el hecho de que le diagnosticaran asma, Bárbara su primer y única amiga desde
que llegara a la ciudad había perdido su vuelo por culpa de la salida la noche
en que sufrió el “ataque” en su
apartamento y también era la noche en que había creído ver aquellas figuras
danzando, así que la vería para cenar y se despedirían de una forma menos
problemática. – Por suerte ninguno de los dos incidentes volvió a ocurrir,
aunque Bárbara había tenido problemas, según el médico que la había atendido
estuvo a punto de sufrir una sobredosis de cocaína – Pero ahora mientras daba un paseo por la
ciudad algo se gestaba en su pecho, temía que volviese a tener problemas para
respirar por lo que se imaginó que si caminaba aquello no sucedería y entonces
como si hubiese sido evocado el ardor en su ojo se disparó como una llamarada.
Se detuvo frente a una tienda en la que
se veían dos letreros que indicaban el veinte por ciento de descuento en los
artículos seleccionados. Pero la razón por la cual se detuvo era por el enorme
espejo que reflejaba su cuerpo completo. Dedico un tiempo a observar sus ojos,
los notaba un tanto enrojecidos. Se veían entristecidos y extraños como si
fuesen los de algún cadáver. Bajo la vista en ese momento ya que creía haber
visto algo. Miro más abajo justo donde su bolso se encontraba y lo que vio le
sorprendió. Un enorme ojo del tamaño de un puño le observaba sin cornea ni
carne alrededor, solo el ovalo blanco con el iris, era azul y parecía demasiado
vivo. Se expandió un instante y luego le vio directamente. Se giró todo lo
deprisa que pudo pero no había nada detrás suyo. Su respiración empezó a ser
más difícil. Temiendo un ataque en plena calle decidió marcharse quizás el
estrés le provocaba alucinaciones. –
¿Por qué eran alucinaciones?
– Tras de sí solo unos cuantos
automóviles circulaban, no había gente en los alrededores así que estaba sola
ante el inicio de la noche, esto le aterro y le impulso a seguir. De pronto
antes de dar el primer paso se dio cuenta de lo solitario que estaba aquel
tramo peatonal, su sombra se expandía hacia atrás sin definir su perfecta
silueta, los pequeños arbustos aun verdes se manifestaron mediante el soplo del
viento y luego todo quedo en silencio pero no cualquier silencio sino uno muy
macabro, extrajo su inhalador pero no resolvió el problema aún tenía la
sensación de un “ataque”. Caminó
directo al lugar que estaba delante de ella donde la gente se aglomeraba, era
mejor estar rodeada de extraños que estar sola con esa imaginación. Su
respiración comenzó a ser más difícil aun si eso era posible, le daba la
impresión de que si no se calmaba se intensificaría de un momento a otro hasta
matarla. Caminó evitando ver dentro de las tiendas a su alrededor. Entonces dio
un respigo al escuchar el sonido de su teléfono celular.
– ¡hola! ¿Quién es? – contesto con la
voz temblorosa. – Soy yo – respondió la femenina voz tras el intercomunicador
celular. – dudo un segundo en responder a tan estúpida respuesta, se planteó
colgar y seguir caminando para tomar un autobús y rodear la calle hasta llegar
al estacionamiento y recoger su automóvil. Por ningún motivo deseaba regresar
caminando por ese lugar. – Soy yo, Bárbara – el alivio se introdujo por
sus terminales nerviosas y le tranquilizaron un poco. El viento arremetió esta
vez un poco más fuerte, le revolvió el cabello. Se lo acomodo colocándoselo
tras las orejas. – Estoy aquí – dijo mientras Margaret le diviso sobre la
pasarela. Ambas se encaminaron y se encontraron al pie de los escalones.
Caminaron un largo rato hasta que Bárbara se quedó en silencio. – ¿puedes prestarme
tu automóvil? – el mío era solo de alquiler y ya lo he devuelto. Quede con un
chico en un bar y preferiría regresar sola al apartamento, es más pasare al
tuyo y lo dejare en el estacionamiento. – ¿qué tipo de chico es? Espero no sea
como el de la otra noche. – para nada, es un viejo amigo que quiere despedirse
de mi antes de marcharme y después de lo que sucedió la otra noche no puedo
darme el lujo de perder de nuevo el vuelo. Por cierto espero me perdones por no
poder cenar esta noche contigo como habíamos quedado. – no te preocupes estaré
bien – enserio, eres la mejor – no,
solo soy tu amiga. – ¿Cómo volverás al apartamento? – Tomare el subterráneo –
te acompaño hasta la estación – claro, toma las llaves. El
automóvil está en la primera plaza en el área B. – Si, lo encontrare.
–
La entrada al subterráneo se encontraba despejada, parecía casi
abandonada a decir verdad. Mientras descendían comenzó a escuchar muy
tenuemente el murmullo de aquellas voces y tenía la terrible sensación de que
aquel ojo que vieses dentro del espejo le esperaba. Entorno los ojos a ambos
lados en búsqueda del inusual ojo como si este fuese a materializarse de nuevo.
Bárbara le miro extrañada pero sin decir nada, al parecer esperaba que fuese lo
que le ocurriera a Margaret no le impidiese dirigirse a su cita nocturna.
Bajaron lentamente por los escalones hasta que sus cabezas desaparecieron en la
parte inferior, el sonido del interior estaba amortiguado dejando escuchar tan
solo murmullos aunque muy diferentes a los que comenzaban a aterrarle. De
pronto casi al llegar al final del descenso Margaret se detuvo, se giró con
violencia. Casi perdió el equilibrio pero su amiga le sostuvo. Se encontró con
las pupilas dilatadas y los ojos como platos, su piel extrañamente fría y
pálida a la vez. Sus piernas flaquearon pero se mantuvo de pie. Su expresión
era de total horror, uno que Bárbara apenas lograba comprender.
– ¿Que sucede?
– Susurro débilmente mientras observaba
a Margaret. Su voz sonaba lejana y poco audible, insignificante sería la mejor
definición. En el umbral de la entrada al subterráneo de nuevo aquel ojo le
observaba rodeado de una espesa bruma, flotaba como un globo. Le veía
siniestramente. Luego se desvaneció dejándola con un ataque asmático a la
entrada de su comprensión. En esta ocasión el inhalador fue efectivo – Nada. –
fue todo lo que pronuncio, luego se despidió de Bárbara. Sentía esa terrible
presión en el pecho, respiraba demasiado rápido tanto que pronto temió llamar a
Bárbara para que le ayudase. Se recostó sobre la pared del amplio pasillo el
cual conducía a la estación del tren. Respiro profundamente contando de cien
hasta cero lentamente. El dolor cedió y pronto recupero el ritmo normal de su
respiración. Se encontraba agotada.
La luz de la luna brillaba en el
exterior acercándose ya en dirección al cielo medio y las estrellas le
acompañaban en la inmensidad de la bóveda
nocturna aunque no pudiera verlas. Luego se encamino y subió al tren
subterráneo. Se acomodó en la entrada en uno de los asientos vacíos, miro a
todos lados topándose solo con un hombre de edad avanzada que leía el diario
con un extraño fruncimiento en el rostro. Las argollas que colgaban del techo y
que servían para sujetarse al ir de pie se balanceaban de lado a lado en el
vagón. Sobre las parrillas no había ningún equipaje, tan solo unos cuantos
envoltorios de comida chatarra se movían ante el deslizamiento del vehículo
sobre los rieles. Afuera solo las luces alargadas del túnel por el cual
circulaban parecían tener vida. Miro atrás justo a la dirección de la que
venían y todo era oscuridad pero en medio de ella las figuras oscuras se
encontraban de pie danzando vigorosamente. Se recostó y estuvo a punto de
dormirse hasta que un acceso de tos le despertó. Al abrir los ojos temió por su
cordura.
El edificio de apartamentos poseía el
aspecto de una enorme roca, la base era iluminada por la luz artificial del
alumbrado público expandiéndose desde abajo hasta sucumbir a la oscuridad de la
noche en la cima. Un tanto lúgubre yacía sobre el diván observando la
televisión. Los almohadones estaban esparcidos en el piso, enfrente sobre la
mesita de vidrio se encontraban abiertos los diálogos de la última grabación en
el estudio y a su derecha una planta adornaba la esquina cubierta por una
gruesa cortina purpura sobre la ventana. Veía el noticiero sin verlo en
realidad. La habitación se encontraba a oscuras nada más iluminada por el
fuerte resplandor del televisor, su luz expandía su sombra alargándola hacia
atrás como un haz oscuro.
La ventana cubierta por la cortina
purpura estaba abierta, el viento se filtraba taciturnamente hasta que la
habitación adquirió un frio lúgubre. Las esquinas purpuras se abrieron dándole
paso a unas cuantas ráfagas fantasmagóricas. Detrás de la cortina en la
inmensidad de la noche el ojo que antes viese se acercaba sin que ella se
percatara. Se cubrió con ambos brazos mientras pensaba en levantarse e ir por
una chaqueta extra y de paso cerrar la ventana. Se puso en pie dirigiéndose al
closet, saco una chaqueta blanca semejante a la que llevase aquella noche al
bar – malos recuerdos – dijo a la habitación aparentemente vacía y saco otra,
esta de color negro. En el noticiero anunciaban el alza del petróleo.
Margaret se acomodó de nuevo y se
sumergió en sus pensamientos. El ojo se acercó mucho más hasta ser un punto
blanco en la oscuridad del tamaño de un balón de futbol. Margaret volteo
sintiendo que le observaban. Se sobresaltó al ver aquel ojo mucho más cerca que
antes, se puso en pie y todo lo que dijo fue – ¡¿Qué…?! – trastabillo,
retrocedió todo lo que pudo pero sus piernas no le permitieron correr lo lejos
que pretendía. Su rostro era de asombro mezclado con horror, creía que se
estaba volviendo loca.
Entonces el ojo retrocedió un poco,
Margaret creyó que se alejaría pero se detuvo. Luego pareció verla fijamente y
Margaret agradeció que no tuviera parpado. De haber parpadeado seguro habría
sucumbido ante la demencia. El ojo se veía muy maltratado, en su interior se
veían algunas finas venas con aspecto de raíces y alguna que otra marca quizás
provocada por algún corte. Luego el ojo se ennegreció dejando tan solo la
oscuridad de la noche.
– ¡¿Qué fue eso?! – pero tan solo obtuvo
como respuesta la voz dentro del televisor que daba los precios del petróleo en
el viejo continente. El presentador de noticias dio paso a unos cortes
comerciales, la cámara le enfoco desde un ángulo lateral y luego un anuncio
publicitario en el que ofrecían seguros de vida contra accidentes lleno la
pantalla. Se quedó de pie inmovilizada ante la ventana sin tener el valor de
acercarse y cerrarla. Sabía que aquello no impediría que entrase si se lo
proponía pero si estaba cerrada le reconfortaría un poco. Mientras decidía en
cerrar la ventana o salir huyendo del lugar un nuevo sonido le llego desde muy
lejos. El sonido de un puño golpeando su puerta, pareció superfluo. Se giró y
sin pensarlo se dirigió a la puerta. Una vez delante de la puerta miro a través
del visor. Para su sorpresa era Bárbara, se alegró aunque por otra parte se le
hizo extraño que su amiga llegara más temprano de lo habitual, en todo caso se
lo agradecía.
Antes de abrir la puerta aun con la mano
en el cerrojo miro de nuevo, ahí estaban las figuras oscuras, su mano se aferró
al pomo y mientras lo hacía sintió que le invadía un escalofrió. No se atrevía
a ver de nuevo pero lo hizo, delante tan solo el pasillo brillaba en soledad,
se sintió aún más confundida y entonces por fin ocurrió lo que tanto temía. Su
pecho comenzó a luchar por llevar aire a sus pulmones, la cabeza le latía como
un corazón y las fosas nasales parecían cerradas casi en su totalidad. Tenía
que hacer grandes esfuerzos para poder respirar y eso le causaba muchas dificultades.
Tenía mareos pero no esos que producían
los malestares intestinales, eran más del tipo “estoy drogada”, se apartó de la puerta sin dejar de verla y se
refugió en el diván con la vista alerta hacia todos los rincones de la
habitación. Seguía sin poder respirar y en ese momento se maldijo por no haber
acudido a comprar su tratamiento para el asma, el inhalador era inútil como lo
había dejado entrever el médico. – Estoy volviéndome loca – susurro mientras
que afuera el viento sonaba más extraño que nunca. Arrastraba esos murmullos en
coro como si fuesen de algún ritual. Sintió seca la boca pero no tuvo el valor
para ir por algo de beber, tenía calor en el cuerpo y sudaba sin siquiera
notarlo. Ahora podía respirar mejor pero sentía como si fuese a contraer un
resfriado. Se recostó mientras en las noticias anunciaban que en los próximos
días podría haber lluvias dispersas.
Durmió, mientras soñaba su respiración
casi se había normalizado, tenía la cabeza de lado y los brazos cruzados,
encogidas las piernas a la altura del pecho y balbuceaba algo. En el sueño
estaba con sus hermanos jugando en “las
tierras prohibidas” como solía llamarlas su madre, estaba buscando un
tesoro inexistente invento de niños, habían escuchado una serie de frases en
coro, detrás de los matorrales podían ver como una nube de humo subía al cielo,
caminaron manteniendo el silencio y llegaron a una fosa, la pequeña Margaret se
resistía pero sus hermanos la llevaron en contra de su voluntad, dentro había
un cadáver. El cadáver no tenía cabeza, al parecer había sido decapitado pero
lo más aterrador era que un ojo azul empotrado en un pedazo de carne putrefacta
sobresalía del borde de la fosa y los contemplaba a todos con algo semejante a
la ira. Pero no era todo, también había un grupo de personas alrededor
totalmente desnudas y bañadas en sangre. Al verlos salieron corriendo dejando a
la pequeña Margaret aterrorizada sin poderse mover. Eso formo parte del terror
nocturno de todos por años.
Salieron corriendo dejando a Margaret sola,
petrificada viendo aquel ojo azul muy lastimado que derramaba sangre a
borbotones. Tenía algunos cortes y unos cuantos fragmentos negros incrustados
en el iris. Al lado del ojo sobre el suelo repleto de hierba seca que empezaba
a podrirse se encontraba un libro de pasta negra abierto, sus hojas estaban
manchadas de sangre pero Margaret pudo leer una sola frase “XQUIQ” ⃰. El ojo se movió, Margaret no sabía si por casualidad o
por cuenta propia pero se movió.
Las personas interrumpieron el ritual y
la observaron fijamente. Entonces un anciano se acercó a ella. Margaret se puso
en pie y comenzó a correr.
– ¡no dejen que se marchen!
–
grito, y su voz viajo por los linderos como una maldición. Corrió tanto como
pudo segura de que le seguían, resbalo unos metros más adelante, al voltear
pudo ver que las personas bañadas en sangre estaban de pie haciendo una especie
de reverencia solo que no lo parecía en realidad, era mucho muy siniestra
incluso podía ver vahos de oscuridad brotar de ellos mientras en coro decían
palabras ininteligibles.
Mientras aun dormía y soñaba con aquel
episodio aterrador de su infancia comenzó a pasarse la mano por el tejido del
parpado debido a que le ardía, la irritación se hizo presente enrojeciendo el
área que rodeaba la cuenca del ojo. Entonces empezó a tener dificultades para
respirar despertó de un sobresalto debido a la falta de oxígeno abrió los ojos
expresivamente mostrando señales de alarma y en medio de jadeos luchaba por llevar
aire a sus pulmones.
Por fin luego de un angustioso momento
el oxígeno ingreso por su sistema respiratorio revitalizándola de forma
vehemente y se desmayó sosteniendo en sus manos el teléfono móvil.
Despertó de súbito, aún tenía la
sensación de estar frente al ojo y la gente bañada en sangre. Algo le irritaba
la comisura del ojo y en el interior sentía como si algo le escociera justo en
el iris. Se encamino al lavabo sin recordar lo mucho que estaba asustada ante
su alucinación o pesadilla. Llego, abrió el grifo mientras tenía el ojo
cerrado, se enjuago con bastante agua, entonces comenzó a gritar al ver el ojo
en el espejo, palpo con incredulidad su mejilla, sangraba y en la cuenca donde
se suponía que debía estar su ojo no había nada. Descontrolada corrió en
dirección al teléfono pero se detuvo de golpe, el ojo, ese macabro ojo le
esperaba flotando en medio de las manos de una de las figuras oscuras. Se
encontraban de pie observándola aunque no podía ver sus ojos, podía sentir sus
miradas. La habitación comenzó a empequeñecerse, Margaret no podía creerlo,
intento gritar pero no lo logro. Una especie de niebla oscura comenzó a brotar
del piso, al principio sin forma pero luego comenzó a rodear a las figuras y
estas comenzaron danzar gesticulando frases ininteligibles, Margaret
enloquecida corrió en dirección a la ventana y salto. Luego todo fue oscuridad.
FIN
Notas: Extraídos del dialecto Maya Quiché
Molay: Congregados
XQUIQ: La de la sangre
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